Por Julián Rodríguez
“Mira muchacho, el día que yo me muera quiero hacerlo como a mí me gusta: bailando”. Con esas palabras algún día, no recuerdo el exacto, se expresó el ex peleador oriundo de Lerdo de Tejada, Abel Farías Montes.
Tal parece que eso más que un deseo fue una petición, porque este primero de enero el hombre falleció y lo hizo tal como lo pidió, entre la música de su agrado, moviendo el esqueleto, con sus pasos acostumbrados y con los coros de la gente de su alrededor que le entonaba el “eh eh eh eh”.
Su vida no fue tan corta. A los 82 años de edad dejó este mundo terrenal para pasar a otro plano, no sabemos a cuál, lo cierto que es donde la enfermedad que padecía ya no existe, donde ya no hay dolor, ni penas, ni sufrimiento.
Su vida en los encordados no fue muy larga, pero consiguió también lo que desde chiquillo quería, ser boxeador, probar las mieles del profesionalismo y aunque su primera paga fue de apenas 20 pesos, para él era lo de menos, lo importante era haber conseguido su sueño.
Zurdo por naturaleza apenas si combatió en 20 ocasiones, entre derrotas y triunfos, qué más da, quería oír el clamor del aficionado al deporte de las “orejas de coliflor”, saborear su sangre y satisfacerse con la del rival.
Era entrón, decidido, e iba al cuerpo a cuerpo, pero la finura de su estilo marcaba la diferencia. Su rostro apenas si mostraba su oficio, su profesión.
Un día le llegó el retiro, no era veterano, pero decidió colgar los guantes, dedicarse a su trabajo en el ingenio San Pedro, donde tras poco más de 30 años laboró, retirándose para recibir los beneficios que deja una pensión.
Nunca ocultó su afición por la cerveza o el licor, quizá fue su otra debilidad, pero eran los ingredientes que necesitaba para que en cualquier “bailongo” hiciera de las suyas. Aquí no escatimaba en nada, le daba gusto al gusto y bailaba como los maestros, incluso a su edad se echaba un pasito que no cualquiera lo hacía, pues llegaba hasta el piso y sus piernas parecían un par de amortiguadores que evitaban que se cayera, ante el asombro de propios y extraños que se deleitaban con su actuación.
Fue siempre un hombre serio y dedicado a su familia, a sus hijos y a su esposa, doña Flora Villegas Temix, quien hace siete años se le adelantó al viaje sin retorno, pero sin duda que hoy estarán juntos para mostrarse ese amor hasta ese momento truncado.
Abel Farías Montes ya no está entre nosotros. Ya no veremos más su fortaleza cuando ya entonado retaba a cualquiera, joven o viejo, para hacer unas lagartijas con una sola mano.
El “Baby” Farías se fue como los grandes, pero sobre todo como él quería irse, bailando, cantando y sonriendo, especialmente entre su gente, esa que lo amó hasta el último momento, y que hoy, mañana y siempre lo recordarán como lo que fue: el buen padre, el gran abuelo y una persona a la que sólo la muerte lo pudo derrotar en el último round de su vida. Descanse en paz.