Al Calor Deportivo

Juvencio Chímal pudo recuperarse de un infarto cerebral

Aquí con Manuel Mendoza, su amigo y compañero de mil batallas.

Por Julián Rodríguez

Tras concluir el partido los dos jugadores enfilaron hacia una esquina de la cancha del EFIX. Su amistad era notoria, se abrazaron como camaradas y caminaron, mientras uno de ellos sacaba un cigarrillo de esos que dan risa y comenzó a fumar. Su compañero no se inmutó, no le extrañó, no dijo nada, ya lo sabía.

A su regreso iban a las risas y se sentaron justamente a la mitad del campo, pero por fuera, donde el resto de sus amigos ya los esperaban con unas carnitas y unas chelas bien frías que se antojaban porque el calor era insoportable y el sol caía a plomo.

Tras la comida empezaron a destapar las cervezas. Una a una se fueron extinguiendo hasta que la hielera quedó vacía, fue entonces que llegó una botella para el clásico desempance.

Así, Juvencio Chímal tomó su vaso con tequila y refresco de toronja; se lo llevó a la boca y le dio un sorbo, dos y hasta tres. Unos minutos pasaron y de repente soltó el vaso. Quienes estaban a su alrededor le comenzaron a hacer burla porque se le había caído, pero nunca imaginaron que el hombre ya no tenía fuerzas en su mano para sostenerlo, algo había pasado que al intentar agarrarlo del suelo no pudo. Se alzó de repente y su rostro y mirada no eran los mismos; un mareo pareció invadirlo e inmediatamente perdió el conocimiento.

Entonces un asustado Raúl de la Fuente le gritó desesperadamente “tose, tose, tose”, pensando que podía tratarse de un infarto, pero el “Berrinches” ya no reaccionó.

Fue como si el tiempo se hubiera detenido porque nadie atinaba qué hacer, hasta que por fin alguien dijo: “vamos a llevarlo al Seguro Social de Coatepec”, era lógico porque es lo más cercano al campo ubicado en la carretera vieja Xalapa-Coatepec, precisamente en el lugar que algún día fue el basurero llamado «El Atorón».

Al arribar al lugar el personal médico lo recibieron rápidamente, pero poco pudieron hacer, por lo que lo trasladaron de inmediato en una ambulancia a la Clínica 11 del IMSS de esta ciudad, donde tras atenderlo los doctores salieron a decirle a familiares y a sus amigos: “fue un infarto cerebral”. El silencio invadió el lugar; sus compañeros de equipo, los “Cuates” Francisco y Mario Pardo, Gilberto Galván, Manuel Mendoza, Miguel Sierra, El “Súper” José Manuel López y Pascual Castillo se miraron porque sabían que su situación era más que delicada.

Así los días pasaron y por fortuna Juvencio Chímal mostraba signos de recuperación hasta que finalmente, por obra y gracias de Dios, despertó de su letargo. Poco a poco se fue reponiendo hasta que fue dado de alta.

Nadie olvida ese 14 de diciembre de 2013 cuando le sucedió eso, mucho menos él, que a pesar de pasar por ese trago amargo siguió jugando.

Claro que hubo secuelas, pero no eran las que se esperaban, ya que no puede emitir tantas palabras, de alguna forma perdió el habla, pero nunca perdió su instinto y su olfato goleador.

Hoy el “Berrinches” sigue derrochando calidad en los campos donde se presenta. Sigue anotando goles al por mayor, esos que lo han encumbrado como el mejor en su posición históricamente y sus más de 60 títulos así lo atestiguan.

“Puta madre” son unas de las pocas palabras que le salen de su boca cuando se enoja con algún compañero, pero sinceramente quién quiere que hable claro si en el campo lo hace anotando goles.

No hace alarde de sus goles y nadie sabe cuántos ha metido, ni él mismo lleva una estadística. Tampoco presume que llegará a mil tantos, ni nada por el estilo, porque esa marca está más que superada en sus más de 50 años jugando futbol.

Lo importante de él es que sigue activo. Sigue dando lata a los defensas rivales, pero sobre todo que sigue mostrando ese deseo inquebrantable de vivir, de seguir mostrando su calidad y talento que lo han encumbrado hasta ahora como el “rey del gol xalapeño”.