Por Julián Rodríguez
Como cada año, varios de los viejos futbolistas que integraron el equipo de El Dique se reunieron para celebrar un año más de vida.
Todos los jugadores convocados formaban más de un milenio de años, de experiencia, de futbol y de vida, de esas leyendas que se unieron para festejar un año más del barrio más popular y de tradición como lo es El Dique.
Estuvieron muchos de aquellos futbolistas que en las décadas de los 60, 70 y 80 defendieron los colores de un barrio que se ha caracterizado por su bravura, por el amor a su equipo, a su gente.
Observamos a elementos de la talla de un Lorenzo Nieto, recio defensor central que no se intimidaba ante nadie, así como a Memo Ramírez y al maestro de maestros Roberto Capistrán, de quien también se cuenta enseñó el arte marcial del karate al ídolo de la lucha libre, Octagón.
Otros de los que han dejado huella son Pablito “Hacha” Cruz, Roger Galván, Saúl Cortés, el famoso “Pájaro”, Ángel Maldonado, Manuel Mendoza, Juvencio “Berrinches” Chímal, Arturo “Zurdo” García, “Cheo” Palma y el arquerazo Julio Nieto, así como otros que, aunque no son del barrio, se han integrado a través de los años como Rodolfo Ferrer y el “Cacala” Roberto Blanco Carrillo, el primer futbolista xalapeño en jugar en la Primera División.
Varios de ellos todavía están en activo, otros ya están en el retiro, la edad y el cansancio por jugar cientos de partidos han mermado sus físicos, aunque sus corazones y sus mentes siguen intactos como el día en que empezaron a patear un balón.
“Te acuerdos de aquellos cabrones que entraban con todo, pa´la madre, pero nunca le sacamos ni tuvimos miedo”, fue uno de los muchos comentarios o recuerdos que fluyeron en la reunión.
Sus días de gloria, sus mejores partidos, sus broncas, sus aventuras y hasta sus andanzas, salieron a relucir. Nadie dejó algo para otro día, fue el momento justo de decirlo, de manifestarlo, de que aflorara. Esos recuerdos los hicieron vivir y sonreír, y aunque no se vive del recuerdo el expresarlo los llevó a ese pasado, su pasado.
Tras varias horas que se filtraron como agua entre las manos compartieron el pan, la sal y las frías, pero llegó el momento de despedirse, de decir adiós, de poner fin a su reunión, aunque acordaron volver hacerlo el próximo año y hacer de la misma una costumbre que ya se ha convertido en una tradición.