Por Julián Rodríguez
Una noche Roberto Blanco Carrillo se acostó en los cartones que utilizaba como cama en una bodega del IMSS de Veracruz y otro día despertó jugando contra “Pelé”, el histórico rey del futbol mundial.
Y es que la historia del apodado “Cacala” inicia como la de cualquier chiquillo que jugaba el futbol en la calle, en el lugar donde se formaban los hombres, los futbolistas, donde para muchos nacieron los sueños, las ilusiones y las fantasías.
Blanco Carrillo nos traslada a esa época en la que con un grupo de chamacos se deleitaba jugando en un lugar que llamaban “El Campito”, donde ahora luce el Complejo Omega. Su mente evoca esos momentos, pero sobre todo cuando con sus cuates se reunían en el lugar para ver partidos del llamado “rey de los deportes”. Fue aquí donde veíamos partidos de beisbol mientras nos comíamos unos pambazos con frijolitos y chicharrón”, recordó.
Al hombre, al regresar el tiempo se le dibujó una sonrisa en el rostro, pero a la vez un sentir nostálgico lo invadió al saber que esos tiempos cuando jugaba en plena lluvia ya no volverán. “Era nuestro lugar preferido para echar la cáscara. Cuando llovía se ponía fregón, pero nos dábamos unas chingas”, dijo.
Fue un tipo que nació para ser futbolista, de hecho, los estudios no fueron su fuerte. “Mi mamá me mandaba a la escuela, pero casi siempre me expulsaban”, recordó.
La juventud le llegó pronto y al saber de su talento decidió irse a probar fortuna. Tomó sus maletas y se fue al puerto jarocho, donde se enroló con los Tiburones Rojos de Veracruz.
Sin embargo, no fue fácil, ya que al irse con las manos vacías debió dormir en una bodega del Instituto Mexicano del Seguro Social, donde sus alimentos eran los mismos que consumían los enfermos. “Dormía entre cartones y esponjas y mi comida era la del hospital, pero te digo con orgullo que era feliz, pues no necesitaba dinero ni nada más porque siempre he sido un hombre sencillo que comía frijoles con tortillas y chile”.
Ya enrolado en el plantel la suerte no le favoreció, pues fue enviado a la Segunda División. “Tenía 16 años de edad cuando sucedió esto, ya que el auxiliar del entrenador me comentó que había de fortalecerme por lo que me enviaron al equipo de Poza Rica, con el que hice mi debut enfrentando al Zacatepec, con el que jugaba Raúl el ´Güero´ Cárdenas”, dijo al referirse a quien, por cierto, tiempo después fue entrenador de Cruz Azul y América.
Al ver que sus sueños se estaban desvaneciendo en ese circuito de ascenso decidió dejar a los escualos y regresó a esta ciudad para defender los colores de los Delfines de la Universidad Veracruzana. “Ese equipo me hizo madurar y mi futbol se vio fortalecido”, agregó el entonces capitán de la escuadra cetácea.
Tras dos campañas con el cuadro local y cuando tenía ya 19 años le llegaron opciones como América, Necaxa, Toluca, Atlante y Pachuca, pero se decidió por los Tuzos, ya que un personaje ligado al futbol de nombre Fluvio Vista Altamirano le otorgó una carta de recomendación para que se presentara al equipo hidalguense con el que finalmente fichó por un pago de mil 500 pesos, hospedaje y alimentación, pero recuerda que jugó un partido ante el Puebla y los directivos de éste lo compraron por 135 mil pesos, de los cuales 35 mil de la transacción fueron para él.
Pero poco le duró el gusto porque no hubo buenas relaciones con Emilio Maurer, presidente del plantel camotero, toda vez que el poblano le negó que se fuera a los Pumas del a UNAM. “Recuerdo que Arpad Fekete quería que me enfundara la playera felina, pero todo se vino abajo porque Maurer se negó y al reclamarle nos hicimos de palabras que hasta la madre nos mentamos”, dijo entre risas.
Asimismo, dejó el futbol mexicano y se fue al balompié de Estados Unidos, donde tuvo la fortuna de no sólo conocer al “Rei” Edson Arantes do Nascimento “Pelé”, sino de jugar en su contra. “Yo jugaba para el San Antonio Thunders y el con el Cosmos de Nueva York; fue una lástima que en ese entonces no había cámaras como las de hoy, sino hasta una fotografía nos hubiéramos tomado”, lamentó el otrora fino mediocampista.
Más tarde el “Cacala” Blanco decidió decir adiós al futbol, colgar los tacos, retirarse del futbol, y regresar a nuestra ciudad para tomar cargos públicos en el PRI y en el Instituto Veracruzano del Deporte, donde su estancia dejó huella por su actuación, pero sobre todo por su honestidad.
A casi sesenta años de esa aventura, el “Cacala” Blanco regresa el reloj y recuerda sus momentos, voltea y su mirada se posa en el infinito, mientras sus ojos se le llenan de lágrimas, pero no de tristeza sino de orgullo y satisfacción al saber que fue un nombre que no se guardó nada, que no dejó nada para el mañana, ni el hubiera y que todo lo que consiguió en su vida fue por su temple, por su carácter y la fuerza de su alma convirtiéndose así en leyenda de leyendas del futbol xalapeño.