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Cipriano “Panochas” Landa, ídolo de San Bruno
- Escrito el:: 8 diciembre, 2021
Tuvo al borde del nocaut al “Búfalo” Álvarez
Por Julián Rodríguez
Ese viernes 8 de diciembre del año 2000, Cipriano Landa Hernández tenía a Rosendo Álvarez contra las cuerdas, con un público que abarrotó el Centro de Convenciones de Managua, en silencio, al ver que su ídolo estaba al borde del nocaut.
Esa noche pudo haber sido la más triste del boxeo nicaragüense, ya que el “Búfalo” era todo un ídolo, entonces su máximo estandarte, pues veían que un chico, prácticamente un desconocido, lo puso en serios aprietos en el primer round de una pelea pactada a 10.
Nadie daba crédito de lo que estaba viendo. El respetable enmudeció cuando el “Panochas estaba a punto de enviar a la lona al “Búfalo”, hoy un ex campeón del mundo y considerado el único que ha derrotado a la leyenda azteca Ricardo “Finito” López, aunque en la pelea los jueces vieron ganador a este.
A 21 años de esa batalla, que pudo haber sido la mayor hazaña del xalapeño nacido un 12 de octubre de 1970 en el barrio San Bruno, la recuerda como si fue ayer, como si el tiempo se hubiera detenido, como si los días no hubieran pasado. “Fue una pelea muy dura, sobre todo porque no tuve el tiempo suficiente para prepararme, para entrenar debidamente, lo hice al allí se va y sin condición física, pero en esta disciplina sin eso no hay muchas garantías de triunfo”, mencionó el “Panochas”, apodo que se ganó desde su infancia debido a que cuando jugaba canicas extendía de más el brazo para tirar.
Sin embargo, reconoce que pudo haber hecho algo más. “Sinceramente estaba muy fuerte mi rival, pegaba duro y terminó por noquearme, pero pude darle más batalla, aunque tuve poco tiempo para entrenar”, subrayó.
No obstante, el peleador de corte estilista, afirmó que en el primer episodio lo tuvo contra las cuerdas. “Le puse resistencia y lo puse mal en el inicio, pero para el segundo round me enfrasqué en un intercambio de golpes y me conectó para enviarme al piso y tras varias caídas posteriores me derrotó”, recordó.
Cipriano Landa era un chico tozudo, recio, bravo como lo es el mismo barrio San Bruno donde nació y se forjó como un destacado boxeador que tenía un porvenir brillante y prometedor, pero por azares del destino no consolidó esas esperanzas que muchos depositaban en él.
Era un chico común y corriente que tuvo en el box un escaparate a sus emociones, que vio en el deporte de las “orejas de coliflor” algo más que una disciplina, más bien un estilo de vida que lo pudo llevar a planos mayores, quizá a ser campeón nacional.
Pero del dicho al hecho hay mucho trecho y no lo consiguió, llegando a su vida otros compromisos ineludibles que había que atender, dejando sus aspiraciones en sueños e ilusiones.
Pero no se arrepiente de lo que vivió, de sus experiencias y grandes momentos en un cuadrilátero. “Era todo el box para mí, siempre lo fue, pero tuve que retirarme para atender otros compromisos que no podía dejar de lado, mi familia, mis hijas, mi esposa, mi vida”, comentó en su casa marcada con el número 10 de la calle Honorato Jiménez.
El campeón estatal de peso minimosca, era un púgil técnico, pero también se fajaba con sus oponentes. “Si, sabía boxear, pero también me gustaba meterme en el cuerpo a cuerpo, sentir ese golpeo que casi siempre sacaba mi coraje y mi pensamiento era ganar y, pues no me importaba la integridad del rival, mi meta era salir victorioso”.
A Cipriano le quedan pocos recuerdos de su trayectoria boxística, algunos recortes de periódico y unas fotos casi difuminadas por los años, pero aún conserva la cartelera de esa noche en la que enfrentó el combate más duro de su historial.
Finalmente, al “Panochas” le llegó el retiro. Tomó la difícil decisión de dejar el box, de colgar los guantes, de ya no sentir esa adrenalina que sólo su deporte lo hizo vivir y de abrirse de un camino que le fue trazado para ser un triunfador, dejando hoy una huella que ni el tiempo podría borrar.