El Universal
La Real Sociedad certificó matemáticamente la permanencia en Primera, tras doblegar por 3-0 a un Levante al que le abandonó su buena fortuna en Anoeta, en un partido en el que los locales marcaron de falta directa, por primera vez después de cinco años, por medio de Carlos Vela.
Los pocos aficionados que aprovecharon la fiesta del Primero de Mayo para acudir al encuentro dieron por buena la inversión porque se vio a una Real muy comprometida con el partido, que cercó a los de Lucas Alcaraz desde el minuto uno.
Con un juego que hacía meses no exhibían los blanquiazules, avisaron primero con un tanto anulado a Carlos Vela por fuera de juego en los minutos iniciales y en el 13, tras una preciosa jugada de Prieto y Yuri, el envío del lateral guipuzcoano lo aprovechó en el área pequeña el islandés Finnbogason para marcar.
Se durmió la Real después de gustarse y empezó un periodo de letargo que sirvió para que los valencianos se acercaran a los dominios de Rulli, eso sí sin excesivo peligro y más pendientes de no encajar un segundo tanto que les dejaría ya fuera de partido.
Había hecho su trabajo de desgaste el conjunto azulgrana y esperaba la segunda mitad con ánimo de pugnar al menos por el empate, pero sus esperanzas se vendrían abajo a seis minutos de la reanudación, cuando la Real lograba ya un segundo gol que decidió el choque.
Un saque de esquina botado por Rubén Pardo, una jugada ensayada de cruces entre jugadores realistas para despistar al Levante y la cabeza de Markel Bergara que conectó con el balón y lo cruzó lejos de la acción de Mariño, permitió a los donostiarras vivir una final de partido muy relajado.
No tuvo opciones el Levante siquiera para haberse acercado en el marcador y disfrutó de su mejores ocasiones del partido en el tramo final, con un disparo duro y lejano de José Mari que rozó el larguero y un remate de Toño que Zaldua evitó que fuera gol en el minuto 75.
Con el público ya marchándose a su casa llegaría el broche para los realistas con una obra de arte de Carlos Vela, de falta directa, que llevó el delirio a una grada nada acostumbrada a ver el éxito en ese tipo de lances.