CIUDAD DE MÉXICO, diciembre 23 (EL UNIVERSAL).- Para rugir como tigre, no hace falta ser regio. La pasión por los auriazules se vive hasta en los países vecinos.
Desde Guatemala, Omar Tello y su hijo aprovecharon sus vacaciones en la Ciudad de México para asistir al Estadio Azteca. Y de paso, ver a la joya francesa de la Liga MX, André-Pierre Gignac.
“Somos de Guatemala, estamos de paseo por acá y aprovechando que está la final conseguimos un par de entradas, nunca habíamos estado en un estadio tan grande, también queremos ver a Gignac”, dijo Tello tras llevarse un par de fotografías como recuerdo.
Si se trata de conseguir boletos para una final del balompié nacional, sin duda es casi una hazaña, si no se quiere desembolsar más de lo establecido en taquillas. Sin embargo, Omar no tuvo más remedio que acudir a la reventa.
“Tuvimos muy poco tiempo, bajamos directo a la Basílica, fuimos al tour del Azteca y nos llamó la atención que había tanta gente formada, pero eran socios y no había para el público en general, pues ya los compramos en 900 pesos cada uno”.
Y desde la frontera norte de nuestro país, la tigremanía también fue una invitada indiscutible.
Carlos Mendoza, mexicano que radica en Estados Unidos, sacrificó días de trabajo para acompañar a la famosa barra de los “Libres y Lokos”.
“Yo vengo de Houston, pasé primero a Monterrey y después a la Ciudad de México, gasté como 3 mil bolas (pesos), hicimos dos horas de viaje, acaba el partido y nos regresamos”, atizó el aficionado felino, quien se dedica a los construcción y tuvo que sacrificar dos días laborales.
Pero por ver los goles de Gignac, lo vale, asegura: “Las claves serán Gignac y Nahuel (Guzmán, portero) que espero no la ‘nahuelée'».
Por otro lado, y también enamorados del estilo del europeo Gignac, la familia Rodríguez se dijo emocionada de acudir al coso de Santa Úrsula.
“Somos fieles seguidores de Tigres y venimos desde Tamaulipas. Espero la victoria, creo que sólo les afectará la altura. Llegamos en avión y sólo hicimos una hora de camino, traigo las manos con sudor por los nervios de ver tanto americanista”, comentó el padre de familia Mario Alfonso, dentista de profesión que también dejó de lado un par de días de trabajo.
Por el contrario, desde la trinchera azulcrema, nulas manifestaciones para los ídolos que les dieron patria y que incluso habrían jugado por última vez en el Azteca como águilas.
En los puestos ambulantes, para el bonito recuerdo, poca es la demanda de playeras con el nombre de Moisés Muñoz.
“El jersey te cuesta 150 pesos, es de portero, pero casi no se vende, como ya se va, prefieren comprar las de Oribe Peralta y (Rubens) Sambueza, hasta las de Michael Arroyo se venden más que las de Moisés, creo que ya no lo quieren”, explica con humor un vendedor.
Se le caen las plumas a un ídolo, mientras que a otro le crecen las garras.