Habrá Clásico Regio en las semifinales. Monterrey contra Tigres, Tigres contra Monterrey. De nueva cuenta, de Guadalupe a San Nicolás, la ciudad regia vivirá su propia fiesta.
Tigres ya había hecho su parte al ganarle a Pachuca, sólo faltaba que Rayados completara la obra al echar a Necaxa. A ambos les costó trabajo, no fueron geniales y lo consiguieron ayudándose de la posición de la tabla.
Monterrey ganó 1-0 con gol de Rodolfo Pizarro, una genialidad de técnica y contundencia, en el global 1-1, en una serie gris, como ha sido la mayoría de la Liguilla, que se ha jugado de modo calculador, pensando más en lo que se podía ahorra que en lo que se debía sudar.
Así Necaxa comenzó a especular y pagó las consecuencias. ¿Cómo hacer tiempo y no morir en el intento?
Primero: todo balón que se vaya apara afuera, a favor, ir caminando por él, esperar que el recoge balones lo aviente e ir e pedir otro.
Segundo: en todas las jugadas que terminan en la portería propia, el portero debe ir a reclamarle a sus defensas algo, hasta que haya pasado la mosca.
Tercero: En cada falta marcada a favor, quedarse tirado, dolerse, rodar y pedir la asistencia. En cada falta pitada en contra, reclamar al árbitro.
Todo eso le funcionó a los Rayados durante 42 minutos, hasta que apareció la magia de Rodolfo Pizarro, en un mal rechace de la defensa de Necaxa, Pizarro tomó la pelota, hizo un “sombrerito” y se quedó solo frente a Hugo González para cruzarlo.
Y ahí cambió la forma de ver el juego para Necaxa. Cada pelota que salía, iban por ella. Cuando recibían falta se levantaban de inmediato y si la cometían, no reclamaban.
El juego era manejado por Pizarro. El resurgido volante estaba en todos lados y en todas ganaba, aunque el pase final no era exacto. Sólo por eso Necaxa tenía vida y Monterrey no finiquitaba.
Vino la polémica, Dorlan Pabón le dio un codazo a un rival, y César Ramos, con todo y VAR, no lo echó…
Pero la diferencia era nada más de un gol. Cada vez que Necaxa llegaba a pisar el área, algo podía suceder y Martín Barragán se plantó frente a Marcelo Barovero, quien con el “cristo” salvó a su equipo de la tragedia.
Necaxa arriesgó como pudo. Sin Brian Fernández en la cancha sus opciones ofensivas se redujeron en más del 50 por ciento, pero la realidad es que poco se inquietaba a Barovero. Monterrey buscaba el segundo pero sin mucha prisa…
Era juego de un gol y en un gol se quedó. Necaxa fue tímido porque ya no tenía a su delantero, a su hombre gol, entró a la Liguilla en un solo pie y así poco pudo ofrecer.
Habrá Clásico Regio en semifinales. Monterrey desde ya está paralizado.