El Universal
Cuatro presidentes de Estados Unidos, nueve Copas de Oro de la Concacaf y un cambio de milenio pasaron desde que Rafael Márquez disputó por primera vez -y ganó- la Copa Confederaciones, un título que el histórico defensor mexicano volverá a perseguir a partir del domingo en Rusia.
Con 38 años y cuatro meses, el jugador del Atlas se convertirá en el debut ante Portugal en el segundo jugador más veterano en la historia del torneo después del tunecino Ali Boumnijel, que en 2005 jugó con 39 años y dos meses. Márquez es además el único de la edición actual que sabe lo que es ganar la copa tras conquistarla en 1999.
Símbolo de la selección mexicana y pieza importante en el esquema del técnico Juan Carlos Osorio, el ex jugador del Barcelona tuvo un camino complicado hasta Rusia: tras una temporada lastrada por lesiones, en abril tuvo que ser operado en la espalda, pero luchó por volver y el entrenador terminó sumándolo a la convocatoria.
«Ya me encuentro completamente recuperado», dijo a su llegada a Kazán, donde México debuta el domingo ante la temible Portugal de Cristiano Ronaldo. «Estoy intentando tomar de nuevo el ritmo para ayudar al equipo en lo que se pueda».
Lo más probable sería que jugara al menos unos minutos.
Pero el papel de Márquez va más allá de lo que pueda hacer con la pelota. El eterno capitán del «Tri» desde 2002, con 20 años de experiencia de selección y una larga carrera en México y Europa, funciona como líder natural del equipo, interlocutor con el cuerpo técnico y referente de los más jóvenes.
«Es un histórico de México y un gran jugador», respondió a dpa en Kazán el delantero Hirving Lozano, el más joven del plantel con 21 años y una de las promesas del fútbol mexicano. «Es muy bonito jugar y entrenar con jugadores así. Me siento muy contento de estar en la selección y poder jugar con él».
Su papel de referente también fuera de la cancha quedó claro en febrero, cuando antes de un partido entre México e Islandia en Las Vegas, Estados Unidos, envió un mensaje a Donald Trump en rechazo a la polémica política migratoria del nuevo jefe de la Casa Blanca.
«Junto con mis compañeros de la selección de México, nos declaramos en contra de cualquier forma de discriminación, homofobia, sexismo o racismo», leyó. «Pedimos que ustedes, la afición, se unan con nosotros para mostrar los valores verdaderos del fútbol: inclusión, diversidad, igualdad y respeto a todos dentro y fuera de la cancha».
Es la nueva cara de una leyenda del futbol mexicano que comenzó en 1996, hace más de 20 años, con su debut Primera División con el Atlas de Guadalajara. Su conjunción de elegancia y garra, de sobriedad y potencia, lo llevó un año después a la selección y, tras la Copa América de 1999 en Paraguay, a Europa con el Mónaco.
Ese año conquistó la Copa Confederaciones en México, uno de sus títulos internacionales junto con los de la Copa de Oro de la Concacaf de 2003 y 2011. Alcanzó su máxima gloria en el Barcelona (2003-2010), de donde se despidió tras conquistar el legendario «sextete» de la mano de Josep Guardiola y Lionel Messi.
Gozando una suerte de segunda juventud en el Atlas, Márquez vuelve ahora a un ámbito que le trae buenos recuerdos, la Copa Confederaciones, el torneo que reúne a los campeones continentales, el ganador del Mundial y su próximo anfitrión. Repita o no el título de 1999, el «Kaiser de Michoacán» es ya historia viva del torneo.