COLUMBUS, EU., noviembre 11 (EL UNIVERSAL).- Aún con la resaca de las elecciones presidenciales, que como resultado dieron el triunfo del empresario Donald Trum como nuevo presidente de Estados Unidos, la Selección de México tratará de dar al fin un golpe de autoridad en un juego de eliminatoria contra el equipo de las Barras y las Estrellas.
Nada menos que en “casa” de Trump, ya que por amplia mayoría ganó en el estado de Ohio.
Inicia el hexagonal final rumbo a Rusia 2018 y el Tricolor, bajo el mando de Juan Carlos Osorio, intentará al fin quitarse los fantasmas de encima y ganar en el MAPFRE Stadium, antes conocido como Columbus Crew.
Desde 2001, la Federación Estadounidense de Futbol escogió a la capital de Ohio como sede para disputar sus juegos de eliminatoria, teniendo como pretexto alejar a la poca comunidad latina del partido; apenas viven 40 mil personas en la ciudad y el gélido clima contrasta con el calor latino.
Eso les ha funcionado, pues en cuatro encuentros contra los mexicanos, han ganado los cuatro, por el ya famoso marcador de 2-0, que ya hasta se hizo canción.
El juego se da bajo un clima tenso. La elección de Trump provocó protestas en varios estados de la Unión Americana, pero aquí, en Columbus, ciudad netamente republicana, no ha habido movilizaciones, aunque sí quejas aisladas.
A raíz de los resultados electorales, la comunidad latina ha volteado aún más a ver este partido, metiéndolo en el área del choque entre comunidades. Un triunfo de Estados Unidos celebraría aún más la victoria de Trump, un triunfo de México le abollaría la corona.
Aunque los actores principales del juego prefieren separar las cosas, dejar que el balón ruede y no se deje contaminar con cuestiones políticas. Como dijo alguna vez Diego Armando Maradona, la pelota no se mancha.
Juan Carlos Osorio, técnico mexicano, comprende el sentimiento que se vive en la actualidad en la Unión Americana, sobre todo de parte de los mexicanos, de los latinos que, como él, alguna vez trabajaron en esa nación como inmigrantes.
“Yo lo fui, fui inmigrante. Vine a Estados Unidos de intercambio a estudiar y me quedé a trabajar”, rememora el colombiano.
“Estados Unidos da grandes oportunidades de trabajar, estudiar, crecer a muchas personas. Es un país fabuloso. Hoy hay muchos mexicanos en situación difícil, y simpatizo en cómo se sienten, pero no estoy aquí para tratar temas políticos, sino futbolísticos”.
El alemán Jürgen Klinsmann, técnico de Estados Unidos, es de la misma opinión. “El futbol es fiesta. Este juego puede ser comparado con un Brasil-Argentina, un España-Alemania, creo que confundimos al tratar ese tipo de temas. Comprendo el momento, pero no es algo que se meta en la cancha”, asegura.
Cuando el balón ruede, quizá la política quede de lado. El juego entre estas dos naciones conlleva una rivalidad histórica que se ha transformado en confrontación social, y esto se puede manifestar en la tribuna.
El seleccionado estadounidense Alejandro Bedoya lo sabe. “Espero que no haya manifestaciones de ningún tipo en la cancha, y hablo acerca de los gritos por lo de las elecciones y ese otro mexicano que comienza con P… Creo que a nadie le conviene”.
Rafa Márquez es de la misma opinión; hay que separar la política del deporte. “Queremos ganar porque le conviene al equipo, si esto lleva a que mucha gente se sienta feliz y lo una a otros motivos, está bien, pero nosotros debemos enfocarnos en lo que nos corresponde”.
La temperatura, arma secreta de los estadounidenses, se hará presente a la hora del juego: 20:00 horas locales, 19:00 de México, y será de cinco grados, pero la sensación térmica irá a uno o uno bajo cero.
“Bueno, el frío es para todos”, se ríe Klinsmann.
“Eso no es pretexto”, contesta por su parte Osorio. “Por eso entrenamos a todas horas… El frío o la falta de gente apoyándonos, no nos pesará