CIUDAD DE MÉXICO, julio 5 (EL UNIVERSAL).- Minuto cinco del primer tiempo extra. La mayoría de los 71 mil 30 asistentes al estadio de los Gigantes se emociona al ver que Hugo Sánchez, ese mítico delantero mexicano de ensortijada cabellera y gran plasticidad, es llamado por Miguel Mejía Barón. Todo indica que entrara para intentar resolver el juego entre el Tricolor y Bulgaria, por los octavos de final del Mundial Estados Unidos 1994.
Es una plática acalorada, con intensos ademanes por parte del “Pentapichichi”. Unos cuantos segundos después, la leyenda se retira, pero no se despoja de la fluorescente casaca que le distingue como suplente.
Al entrenador de la Selección Mexicana le restan los dos cambios disponibles, pero no realiza alguno. Sánchez, al igual que los hombres que salieron a la banca, contemplan —impávidos— la eliminación en penaltis (1-3). La desilusión colectiva aparece.
Hugo se queda con las ganas de entrar, pero como delantero, no para jugar en la posición de Benjamín Galindo: enganche, lo que pretendía Mejía Barón.
Este día se cumplen 22 años de ese oscuro y doloroso pasaje tricolor, pero aún nos preguntamos ¿qué habría sucedido con “Hugol” en el campo?..