El futbol americano colegial está dividido, como si fuera una nueva guerra civil dentro de Estados Unidos. Mientras el norte y oeste decidieron no competir durante el otoño, debido a la pandemia de Covid-19, el sureste —la región más conservadora en el país vecino— insiste en jugar.
Dentro del Power 5 —las conferencias más importantes—, tres sí se preparan para jugar la temporada este otoño, a pesar de que otro par aplazó su actividad hasta 2021. ACC, Big 12 y SEC comunicaron que, hasta el momento, no han cambiado su logística para jugar este año, rodeado por la pandemia en Estados Unidos y que ha cobrado 164 mil vidas.
El programa de este deporte es el que más recursos genera en el país norteamericano, con ingresos de 2.7 mil millones de dólares (según Forbes).
Siete de las 10 universidades (Texas A&M, Universidad de Texas, Alabama, Oklahoma University, Georgia, Florida y Auburn) con mayor movimiento de dinero pertenecen a las conferencias que han insistido en jugar, junto al campeón defensor, LSU.
El martes, Big Ten (norte) y Pac 12 (oeste) comunicaron que no arriesgarán la salud de sus atletas, por lo que moverían su temporada para 2021.
“En este momento, no podemos tener campeonatos en otoño. No hay programas suficientes para participar. La Junta de Gobernadores también estableció que si no está la mitad de las universidades participando en el deporte no se puede tener un campeonato legítimo”, explicó en la semana Mark Emmert, presidente de la NCAA.
Sin embargo —sin mencionar el poder económico que representa—, el futbol americano se maneja por separado.
La NCAA no rige el campeonato nacional de futbol americano o los tazones colegiales, tradicionales en diciembre y Año Nuevo.