No fue culpa de Álvaro Dávila. No fue culpa de Jaime Ordiales. Cruz Azul pecó de soberbio, se conformó demasiado pronto, y de tener en sus manos el liderato general, quedaron otra vez frustrados, al ser derrotados al final del juego por Necaxa que se sacó la lotería en el arranque de la era Jamie Lozano.
Triunfo de Necaxa 1-2, que es además de derrota física, esmoral para los cementeros, que tuvieron una semana de pesadilla, y no la compusieron por lo que sucedió dentro de la cancha.
Cruz Azul comenzó a sufrir desde muy temprano, porque Necaxa salió a jugar sin complejos, a atacar, a proponer.
La Máquina reculó porque Necaxa así lo obligó, pero el pecado de los Rayos fue dejar espacios. Le cayó a Uriel Antuna, quien a velocidad entró al área y fue derribado para que se marcara penalti que Juan Escobar hizo gol (32’).
Con la ventaja, los cementeros se descararon, se fueron detrás de media cancha. Tan fácil vio el juego Reynoso, que hizo debutar a Iván Morales, Ángel Romero,, además de presentar a Cristian Tabó.
El tiempo pasó, Necaxa se comenzó a animar y Cruz Azul a sufrir, pero no cambiaba, se sentía muy cómodo, quizá hasta excedido de confianza y por eso llegó el empate de Milton Giménez (84’). La culpa no fuera de afuera, fue de adentro, en la última jugada del partido, Rodrigo Aguirre le dio el triunfo a los Rayos, y golpeó la soberbia azul, que ya se sentía líder.