BUENOS AIRES, Argentina, julio 2 (EL UNIVERSAL).- “Creo en Messi”, “Verte jugar es mi mundial” y “La vida sin tu futbol no es vida”, eran algunas de las consignas en las banderas y las camisetas que hoy sábado quedaron empapadas bajo una lluvia que llegó a ser intensa en el Obelisco, el punto nodal del centro de Buenos Aires donde se reunieron unas 150 personas para pedirle a Lionel Messi que se quede en la selección argentina de futbol.
Luego de que Messi anunciara su retiro, tras perder, en serie de penales, la final de la Copa América frente a Chile, la sociedad de este país entró en “pánico”. El hashtag #NotevayasLio fue “trending topic” durante varios días en Twitter y una convocatoria de Facebook para la manifestación de este sábado recogió más de 80 mil apoyos. Pero el clima conspiró y sólo llegaron unas 150 personas. La suerte de Messi es la de un astro herido.
“Viajamos una hora para venir hasta acá porque sin Messi, Argentina no puede seguir”, dijo a EL UNIVERSAL Karina González, una mujer que llegó con toda su familia. Como ella, varios otros trajeron sus camisetas del equipo nacional y saltaron y cantaron, con bombos y platillos, a favor de Messi y de Diego Maradona, y en contra de “Pelé”, de Brasil y de Chile. El sitio parecía una tribuna de futbol y no de casualidad: para los hinchas argentinos es importante demostrar lo que aquí se llama “aguante”; es decir, la resistencia en el apoyo incondicional.
“Creemos que una movilización es la mejor manera de mostrarle a Lio el cariño de la gente”, comentó a EL UNIVERSAL Santiago Di Paolo, un estudiante universitario de Economía que fue uno de los organizadores del evento. Él y sus amigos se habían juntado a ver la final y cuando el partido terminó, se quedaron desolados. Creían que el equipo merecía una victoria luego de perder la final del Mundial ante Alemania por 0 a 1 en 2014; y la final de la Copa América de 2015 contra Chile, también por penales. “En el momento en que escuchamos la renuncia de Messi, la tristeza y la angustia se convirtieron en preocupación y pensamos que teníamos que hacer algo”, dijo Di Paolo. Y entonces abrió sus redes sociales.
El evento en Facebook fue creado el miércoles con una consigna: “Miren lo que logramos, señores. Somos el único país capaz de criticar al mejor del mundo”. El evento fue compartido a las 2 de la madrugada por una persona, a la mañana siguiente ya tenía 30 asistentes y antes de que termine el día, 46 mil. “Las redes sociales son impresionantes”, se sorprendió Di Paolo.
Argentina, ese país que atraviesa convulsiones más o menos simpáticas y muy frecuentes en el sur del continente, pasó estos últimos siete días preocupada por la inflación que el gobierno del presidente Mauricio Macri no puede detener y por los escándalos de corrupción que manchan a los funcionarios del gobierno anterior, pero, más que nada, Argentina pasó su última semana hablando de Lionel Messi, de su renuncia, de cómo los niños lo lloran, de cómo los adultos lo mortifican, de todo lo que ganó en el Barcelona y lo que perdió con su país, de la anhelada oportunidad de que regrese. Marcelo Tinelli, el animador televisivo más famoso del país, dijo que habló con el “10” por Whatsapp –“Tenemos chances [de que vuelva]”, aseguró– y hasta el presidente se comunicó con él. “Yo tengo esperanzas de que no nos abandone porque es un regalo de Dios tener al mejor jugador del mundo”, declaró Macri a la prensa local. El regalo de Dios fue una lluvia fría.