El Universal
Una remontada increíble en dos minutos, entre el 86 y el 87, con dos goles, levantaron al Atlético de Madrid con una victoria fulminante contra el Celta de Vigo, ganador en ese momento del encuentro y doblegado después por los tantos de Yannick Carrasco y Antoine Griezmann y la reacción del conjunto rojiblanco.
Una sucesión de hechos que desencadenaron el 3-2, un resultado impensable unos instantes antes, cuando John Guidetti había dado ventaja al equipo celeste en el minuto 77, y el estallido del Calderón y del Atlético, vencedor contra el Celta y contra sí mismo, porque antes regaló el 0-1 y falló su enésimo penalti del curso.
El partido fue trepidante, de esos que no permiten ni un momento de pausa a los futbolistas ni apartar ni un segundo la vista del terreno de juego a los espectadores. Dos equipos preparados para ganar, con toda la ambición del mundo, dispuestos a sanar cuanto antes la herida de su eliminación en la Copa del Rey. Un gran duelo.
A plena actividad, con toda la intensidad, con toda la intención cada uno de jugar en el campo contrario, con la mirada sí o sí sobre la portería contraria; un choque siempre en agitación por una jugada, por un contragolpe, por cada pelea incansable y constante por el balón, por la reclamación de un penalti y por cada ataque.
Desde el principio, incluso desde antes del rápido primer gol, en el minuto 5, para el Celta, con mucho mas demérito de Moyá, que rechazó fatal de puños un córner que, aparentemente, parecía agarrable, que mérito del argentino Gustavo Cabral, el rematador del 0-1, al que le bastó poner la cabeza en un balón directo a su testa.
Un error de bulto y un contratiempo para el Atlético, presionado ya antes por el desarrollo de una jornada que parecía propicia a priori, pero que no lo fue en ningún caso -ganaron como visitantes el Madrid, el Barcelona, el Sevilla y la Real Sociedad-, y rehecho de inmediato, desde la transcendencia actual de Fernando Torres.
El delantero, titular en más de un partido seguido el pasado martes en el Camp Nou por primera vez en la temporada -ahora encadena tres-, ha irrumpido en la segunda mitad del curso a tope, estabilizado en el once por encima de Kevin Gameiro y reafirmado con goles clave, como el que se inventó con astucia en el minuto 11.
No tenía ninguna ventaja cuando recibió la pelota dentro del área. Siempre de espaldas, la controló con el pecho y, de repente, sorprendió a su marcador y a Sergio Álvarez con un toque justo, en parábola, ingenioso e inalcanzable para el guardameta. Un gol de la nada, inesperado en tales circunstancias, y el 1-1 en el marcador.
Hubo mucho más en el primer tiempo: las constantes carreras de un imparable Pione Sisto por la banda izquierda, un derechazo al poste de Jozabed, un mano a mano repelido por Sergio Álvarez ante el belga Yannick Carrasco y dos penaltis, uno que fue y no pitó el árbitro y otro que no fue, que sí fue sancionado y que falló el Atlético, ejecutado por Fernando Torres contra el larguero a la media hora.
El problema del conjunto rojiblanco desde los 11 metros es alarmante. En una semana, con tres partidos, ha desaprovechado una pena máxima en cada uno de ellos. El pasado sábado, ante el Leganés, fue Griezmann; el martes, en Barcelona, Gameiro y este domingo Torres. El equipo ha fallado ocho de sus últimos once penaltis.
El partido bajó entonces sus revoluciones, entendible por el ritmo frenético con el que se completó el primer tercio del duelo, que continuó igualado en todos los sentidos, con el empate en el aire, pero, a la vez, con menos actividad en las áreas, con más balón del Celta y con más ataques y contragolpes del Atlético.
Y después se rompió el encuentro. Lo tuvo perdido el conjunto rojiblanco, cuando John Guidetti culminó un contragolpe para el 1-2 en el minuto 77, pero lo ganó después, con una reacción fulminante, en dos minutos, desde el 2-2 de volea preciosa de Carrasco al 3-2 de Griezmann. De la lona, de la decepción, a un triunfo indispensable.