El Universal
La selección francesa no pudo encontrar un mejor rival que Rusia y un mejor partido que una cómoda victoria (4-2) para sacudirse sus demonios en el regreso a su hogar del Estadio de Francia, escenario hace poco más de cuatro meses de los atentados yihadistas que estremecieron a Francia.
Anoche, como el pasado 13 de noviembre, el presidente francés, François Hollande, se hallaba en el palco, aunque en esta ocasión solo hubo fiesta y un ambiente muy diferente al que se respiró aquel día en el que tres terroristas suicidas se hicieron explotar en los alrededores del campo durante el Francia-Alemania.
Pocas veces resonó más fuerte «La Marsellesa» en el estadio de Saint Denis, con la emoción a flor de piel cuando entonó el himno nacional francés antes del partido pero también en otras ocasiones en medio del choque.
Las banderas al viento fueron el preludio de un festival galo frente a una Rusia que, sobre todo en la primera parte, no opuso excesiva resistencia, aunque evidenció lagunas defensivas en los locales.
Deschamps alineó de inicio un once muy distinto al que la semana pasada asaltó Holanda, pero mantuvo a una columna vertebral que hoy por hoy es irrenunciable, integrada por Varane, Pogba y Griezmann.
Solo tardó ocho minutos Francia en hacer saltar el cerrojo ruso, gracias a un contra de manual comenzada y culminada por la última sensación gala, el centrocampista del Leicester Nkolo Kanté, que disputaba únicamente su segundo partido con la selección de su país.
Rusia se hartaba de tocar horizontalmente, mientras Francia esperaba agazapada a la altura de la línea del centro del campo para lanzar a sus velocistas, comandados por un muy fino Griezmann.
A dos años de su Mundial, los rusos siguen sin ofrecer demasiadas señales alentadoras, y algunos de sus nombres más ilustres, como Zhirkov o Shirokov, se aproximan al ocaso mientras los llamados a reemplazarles, como Dzgaoev o Kokorin, no terminan de despuntar.
En el minuto 38, Francia volvió a golpear de la mano de Gignac -que vive una auténtica etapa de redención en el fútbol mexicano-, quien cabeceó de manera formidable una falta botada por Griezmann al primer palo.
El segundo tiempo y el comienzo del carrusel de cambios trajo buenas noticias para Rusia, que en su primera oportunidad real consiguió acercarse en el marcador con otro buen cabezazo del pequeño Kokorin, completamente solo, a falta lanzada por Dzagoev.
El gol espoleó a los rusos, que por primera vez entraron en el partido y comenzaron a mover el balón más en campo ajeno que en el propio.
Pero faltaba por entrar en escena otra de las centellas galas, el fulgurante Coman, que prolongó su buen momento con el Bayern de Munich para acuchillar en una contra a la defensa rusa, que solo pudo pararlo en falta.
Prácticamente desde su casa, otro suplente francés, Payet, colocó un libre directo impecable en la escuadra del también sustituto Lodygin y rebajó los bríos rusos.
Todavía reaccionaron los eslavos cuatro minutos más tardes en una buena combinación por la izquierda de su ataque que culminó Zhirkov, pero en el 75, de nuevo Coman puso tierra de por medio, en una gran jugada personal en la que regateó al portero en un costado dentro del área y aún fue capaz de embocar pese a estar muy escorado.
Así cerró Francia una noche plácida, de reencuentro con Saint Denis, y sobre todo, una noche para cerrar heridas y afrontar la próxima Eurocopa con la confianza de que nada podrá impedir que se desarrolle con normalidad.