El Universal
Acababan de sentir el terremoto más fuerte en la historia de México (8.1 grados en la escala de Richter), experimentaban miedo y mucha zozobra, pero no les quedó de otra más que subir a uno de los pocos aviones que pudieron despegar del aeropuerto capitalino aquella caótica mañana del 19 de septiembre de 1985.
Los integrantes del Tricolor viajaron hacia Los Ángeles, California, para jugar dos amistosos frente a Perú, pese a desconocer cómo estaban sus familias y las devastadoras consecuencias de ese sismo que vivieron en un hotel cercano a la terminal aérea.
“Ese día íbamos a salir a Estados Unidos. Jugábamos contra Perú al día siguiente. Estábamos en un hotel frente al aeropuerto a las 7:19 [de la mañana], porque nos citaron 7:30 y lamentablemente sucedió este acontecimiento”, recuerda Manuel Negrete, uno de los considerados por el entonces director técnico, Velibor Milutinovic, para el viaje. “Parece que no íbamos a salir, se revisó la pista y todo. Nos sacaron porque la Selección Mexicana tenía ese compromiso y lo vivimos fuera”.
La incertidumbre provocó que varios quisieran ir a sus respectivas casas, pero —desde hace más de tres décadas— el aspecto económico es prioritario en el combinado nacional, por lo que fueron engañados para abordar.
Para el órgano rector del balompié nacional, que en ese momento era presidido por Rafael del Castillo, no era opción cancelar los duelos.
“De hecho, no queríamos salir… Ahora sí que nos obligaron a viajar. [Hubo] algunas situaciones que pasaron internamente”, denuncia Negrete. “Nos dijeron ‘no se preocupen, ya hablamos a las casas de todos y todo está muy bien’. Sabiendo que, realmente, no teníamos buena comunicación en ese entonces”.
“La tecnología no avanzaba tanto como para un [teléfono] celular o ese tipo de situaciones. No era fácil saber si realmente habían tenido contacto con nuestros familiares”.
Lo que tornó doloroso el viaje. Los diversos problemas en la ciudad de México complicaron la carga de combustible, así es que se hizo una escala. Sirvió a algunos para disipar las dudas que les acompañaban.
“Recuerdo que llegamos a Guadalajara a cargar gasolina, porque se habían tenido problemas con las pistas en la ciudad de México y se dieron algunos derrames”, comparte Fernando Quirarte, otro de los futbolistas que integraron a ese grupo. “En Guadalajara pedí permiso al capitán para bajarme y ver cómo estaba mi familia”.
“Llegando a Los Ángeles, había muchos periodistas, gente, y —como no sabíamos la magnitud de lo que había pasado en México— pensé que era muy importante el partido. Mi sorpresa fue que todas las preguntas iban encaminadas a cómo estaba México, cómo lo habíamos dejado. Cuando llegamos al hotel, prendimos la televisión y vimos muchas escenas… Aumentó el nervio, todo [fue] más triste”.
Lo que menos les interesaba eran los encuentros amistosos con los sudamericanos. El primero, efectuado en el Memorial Coliseum, finalizó sin goles. Se llevaron el segundo, efectuado dos días después (1-0), con anotación de Carlos Hermosillo.
“Estábamos más ocupados en regresar y, a lo mejor nosotros como futbolistas, [queríamos] cancelar un partido que la Federación ya tenía firmado y con el compromiso de hacer”, confiesa Negrete. “Estábamos con la ocupación de qué pasaba con nuestros familiares, qué podíamos hacer por nuestros compatriotas, pero no… Desafortunadamente, tuvimos que jugar. Nos queda el sabor de que teníamos el compromiso, nada más”.
Honesto, el guerrerense admite que fueron sus horas más complejas como seleccionado nacional.
“Sí fue de las más difíciles, porque no estabas pensando en el partido o los contrarios, sino en lo que le sucedía a todos los mexicanos”, reconoce. “Queríamos estar ahí, saber de nuestras familias y ser solidarios, pero la Federación ya tenía el compromiso”.
“No había línea telefónica hacia México. Tratábamos de comunicarnos y no se podía”, añade Quirarte. “Era una zozobra, porque no sabíamos si había pasado una desgracia con los familiares de nuestros compañeros”.
Esa que desapareció completamente hasta el lunes 23 de septiembre, cuando por fin volvieron a casa.