En Argentina, la violencia en el futbol es una historia que se repite una y otra vez, pero no porque no saben qué hacer.
Nadie hace nada, porque las barras bravas son las verdaderas dueñas del futbol. Son como una fuerza de choque que sirve para “apretar” al mejor estilo de los capos mafiosos, para hacer negocios y —en el proceso— generar millones de pesos para mantener a los jefes, los secuaces y los “soldados”.
Cada vez más, hay una sensación generalizada de que lo que pasó el sábado en las cercanías del estadio Monumental fue un ajuste de cuentas por parte de la barra de River, porque les habían reventado el negocio de la reventa de entradas (como detalló Gerardo Velázquez de León en su columna de ayer).
Hay quienes fortalecen más que nunca la hipótesis de una venganza. Si la barra no quería que se jugara, no se jugaba. Y no se jugó. Ahora se descubrió que las entradas incautadas en la casa del jefe de la barra brava de River eran originales y que habrían sido entregadas por alguien de adentro del club.
Hoy, en Asunción, en las oficinas de Conmebol se reunirán para definir la nueva fecha. Todo indica que será el 8 de diciembre.