El Universal
El día del posible adiós de Carlo Ancelotti y de la probable despedida de Iker Casillas, hastiado con el debate sobre su figura que tuvo por fin un respiro al final del que pudo ser su último partido en el Real Madrid, apareció Cristiano Ronaldo para endulzar con tres goles un partido sin interés contra el Getafeque ganaron los blancos 7-3.
Pocas veces el público del estadio Santiago Bernabéu vivió un día tan extraño. El conjunto de Ancelotti, sin nada por lo que luchar, ante un rival que no se jugaba nada, y con toda la temporada finalizada para el resto de los equipos, el choque ante el Getafe parecía más un castigo que un encuentro de fútbol.
Todo estaba decidido. Ni siquiera el gran Lionel Messi pudo hacer la proeza de marcar cuatro goles al Deportivo para dar emoción a la lucha por el trofeo al máximo goleador. Antes del pitido del árbitro José Antonio Teixeira Vitienes que dio el pistoletazo de salida al choque, ese premio era de Cristiano. Y también la Bota de Oro.
Pero el portugués es insaciable. Su hambre de gol no tiene límites. Decidió erigirse como uno de los pocos de su equipo en mostrar algo interés por conseguir algo. Estaba lejos, pero la cifra de los cincuenta goles de Messi en una temporada, a cinco de distancia antes de empezar, era un reto enorme.
No colaboraron demasiado sus compañeros con el portugués. Sobre todo en la primera parte, en la que solo Pepe (se fue lesionado en el minuto 40) pudo sostener los arranques del Getafe, que ya salvado, y sin ninguna presión, se soltó en algunos tramos del encuentro para enseñar un buen fútbol prácticamente inédito a lo largo del curso.
El resto, no dio la impresión de querer o de poder. Ancelotti sentó en el banquillo a Gareth Bale, a Dani Carvajal y a Isco Alarcón. Sin los lesionados Sergio Ramos y Karim Benzema, Jesé Rodríguez tuvo esa oportunidad que muchos reclamaban para él. Otros como el mexicano Javier «Chicharito» Hernández y Nacho volvieron a sumar más minutos.
Jesé estuvo algo inédito excepto cuando marcó. Chicharito solo mostró un fogonazo en la segunda parte con el cuarto gol del cuadro madridista. Nacho cumplió sin más. Y ahí se acabó su protagonismo porque los focos apuntaron a Cristiano y a Iker Casillas. Sobre todo al segundo, cuyo rostro no aparentó nada bueno.
Su cara fue el reflejo de un alma abatida, hastiada, preocupada por su estado de forma y por un debate interminable en el Bernabéu sobre su figura. Mientras en el Camp Nou homenajeaban a su amigo Xavi Hernández, Casillas, en la primera parte, se dedicó a recoger balones del fondo de su red.
Prácticamente cada disparo del Getafe dirigido hacia su portería, acabó en gol. En la primera parte, tres: dos desde fuera del área de Sergio Escudero y Diego Castro y otro desde dentro del argelino Mehdi Lacen.
Casillas no detuvo ninguno y esos tantos, más los tres de Cristiano (el 1-0 de cabeza a pase de Marcelo, el 2-2 de falta y el 3-2 de penalti), dejaron el marcador en un excéntrico 3-3 más típico de un amistoso que de un encuentro de alta tensión.
La pachanga de amigos continuó en la segunda parte, sólo que, en esta ocasión, el Getafe salió más dormido que el Real Madrid. El equipo de Pablo Franco, otro que salvo sorpresa no seguirá en su club, tuvo cinco minutos de indecisión y el Madrid los aprovechó para marcar otros dos goles obra de Chicharito y de James Rodríguez, que mostró su calidad con una falta imparable para Jordi Codina.
El cambio de Cristiano en el minuto 58 para hacer debutar al noruego Martin Odegaard acabó con cualquier tipo de emoción. Cristiano ya no iba a poder igualar los cincuenta de Messi. Ya todo daba igual. Incluso los tantos de Jesé y Marcelo el 6-3 y el 7-3, pasaron sin pena ni gloria por Chamartín.
Al final, el Getafe volvió a recibir un saco de goles en un estadio grande. El año pasado, el Atlético le metió un 7-0. Este, en el Camp Nou, acabó 6-0. Por lo menos, en el Bernabéu hizo una primera parte digna, pero acabó como casi siempre, goleado.
Pero eso también daba igual. No era nada extraño. Sí lo fue el aire que se respiró cuando acabó el encuentro. Si todo acaba como parece, Ancelotti, aclamado al final por su público, no volverá a sentarse en el banquillo del Bernabéu. También Casillas podría hacer las maletas tras un último partido errático.
Por lo menos el Bernabéu, casi al final, tuvo un gesto hacia su capitán. En los últimos seis minutos, cada vez que tocó el balón, fue aplaudido y por fin hubo unanimidad. El recuerdo de sus gestas prevaleció sobre sus errores. Ya no hubo casi pitos y una tímida sonrisa alumbró el rostro de Casillas, un histórico del Madrid que pudo decir adiós con un 7-3 descafeinado.