En el minuto 85, cuando ya sentía suya la victoria y la clasificación para octavos de final de la Liga de Campeones, ganador 1-0 en el marcador y en el terreno de juego, Thomas Müller irrumpió en el área, fue derribado y transformó el consiguiente penalti para mantener la inquietud del equipo rojiblanco, pendiente de una ‘final’ en Salzburgo en la última jornada (1-1).
El pase a la siguiente ronda depende de un empate o un triunfo contra el conjunto austríaco. No hay ya más combinaciones para el bloque dirigido por Diego Simeone, que quizá mereció haberlo sellado ya este martes, mejor durante muchos tramos y en el global del choque a una versión reducida del Bayern Múnich, pero no lo logró.
No le bastó el gol de Joao Félix ni el control que ejerció durante buena parte del encuentro. Cierto que no fue el Bayern en toda su expresión. Ni se acercó. De principio a fin líder del grupo, con dos jornadas de sobra, su visita a Madrid fue una especie de paréntesis en los retos que le aguardan dentro del condensado calendario. A la lesión de Kimmich, inigualable en su puesto, sumó el descanso de Neuer, Lewandowski y Goretzka, en la lista, y de Müller, Gnabry o Coman, en el once. Müller fue decisivo después.
Ni aún así es simple doblegarlo, por mucha transformación en su alineación y por mucho que no haya nada en juego para él en el envite, como demostró con la configuración de la alineación Hansi Flick. Al principio, al Atlético actual, mandón y posesivo con el balón, lo privó de la pelota, lo cerró las vías de pase y lo frenó.
Nada común en esta temporada, acostumbrado el Atlético a manejar el ritmo de cada duelo, mucho más en la Liga que en la Champions, la mejor solución fue de nuevo Joao Félix. Su futbol es una vitamina enérgica para el conjunto rojiblanco, porque concentra la atención de sus adversarios, porque ve lo que nadie intuye y porque desborda, como lo hizo en la primera ocasión que remató floja Ángel Correa.
También porque a su lado se asocia con una precisión y una agilidad determinante con sus compañeros de ataque, porque asombra con la naturalidad con la que asume a sus 21 años el liderazgo del equipo y porque tiene el gol que tanto necesita su conjunto cuando los ‘9’ no están. Ni Luis Suárez ni Diego Costa, ambos de baja.
«Al área, al área», gritaba insistente Simeone desde la banda, en el vacío Wanda Metropolitano, cada vez que sus futbolistas tentaban el ataque, cada vez que la conducían Joao, Correa, Carrasco, de nuevo en esa función doble que le exige su rol de ‘carrilero’, o Marcos Llorente, cuya velocidad fue inalcanzable para sus oponentes hasta la línea de fondo, cuando conectó con Joao Félix para el 1-0.
Un gol repetitivo en los últimos tiempos, desde la transformación de Llorente en un vertiginoso extremo o atacante. La diferencia es que esta vez también contribuyó la estrategia de un saque de banda. No deja nada al azar en ese sentido Simeone, que intuye en el mínimo detalle, en cualquier acción de juego, algo con que sacar provecho.
Lo hizo el Atlético en el minuto 26. No sólo supuso la ventaja para el conjunto rojiblanco, con todo lo que eso conlleva en un duelo de tal magnitud para él, sino también un golpe para el Bayern, superado por el grupo de Simeone, sin el control que había ejercido hasta entonces en el medio campo, donde lucía Musiala. Con 17 años, tiene cualidades de sobra para ser presente y futuro del Bayern.
El partido, de hecho, lo tenía bajo control aparente el Atlético, que ni se planteó dar ningún paso atrás, se presentó en el área contraria con constancia, jamás se dio por satisfecho con la mínima renta e insistió en más que el 1-0, aunque otra vez sin remate.
El Bayern, más allá de la hora de duelo, apenas contó una sola oportunidad, pero tiene tantos recursos que ni eso es un indicio.
Ni siquiera la irrupción de Gnabry y Müller en su oponente ni el paso adelante de su rival ni la lesión aparentemente muscular de Giménez -sustituido en el minuto 68 por Felipe, luego reapareció Héctor Herrera en los dos únicos cambios de Simeone- había alterado al Atlético hasta el penalti cometido por Felipe sobre Müller y el 1-1, tan frustrante como inquietante. Necesita empatar en Salzburgo.