El Universal
La irrupción del argentino Leo Messi en la última media hora solucionó tres puntos más para el Barcelona, ganador por el enésimo gol definitivo de su estrella contra el Atlético de Madrid, resistente hasta entonces, incluso al frente del marcador cuatro minutos, pero derribado por el talento azulgrana.
Porque no sólo fue el gol de Messi, el tanto que decidió la victoria del conjunto visitante en el Vicente Calderón, sino que también hubo otro formidable de falta directa del brasileño Neymar, el que igualaba el 1-0 de Fernando Torres, y mucha posesión del Barça sin los que el triunfo no habría sido posible.
Y mucho menos sin Messi, la primera noticia del partido por su suplencia. No se entrenó el viernes, a su vuelta de la selección, por su segunda paternidad y comenzó en el banquillo. La segunda, mucho más previsible, fue la puesta en escena de ambos equipos. Sin sorpresas: el balón del Barcelona y el contragolpe del Atlético.
Nada nuevo en los últimos duelos entre ambos, siempre a un nivel de competitividad altísimo, a ratos con una presión asfixiante para el que tiene la pelota en campo contrario, sea vestido de rojiblanco o azulgrana, con la atención máxima a cada detalle y con una premisa sobre las demás: minimizar riesgos en cada jugada propia y ajena.
Salió mandón el Barcelona con la pelota, aunque sin tanta transcendencia dentro del área contraria como acostumbra hasta su primera ocasión en el minuto 15, una imponente conducción de Iniesta culminada por Rakitic y repelida por un enorme Jan Oblak, una garantía para el Atlético sea cual sea el partido y el adversario.
También lo fue hoy el larguero para el conjunto rojiblanco, cuando conectó el uruguayo Luis Suárez un remate con pinta de gol e inalcanzable para el guardameta esloveno en un saque de esquina; la segunda oportunidad de un Barça dominador y, sobre todo, sin daño al contragolpe, apenas una acción de Fernando Torres que terminó fuera.
Entre tanta posesión, combinación y precisión del Barcelona, y la consecuente exigencia física para el Atlético, no había opciones para explotar la velocidad para el conjunto rojiblanco, empujado hacia su área por el control azulgrana, en muchos momentos incontestable, y presionado cuando debía salir al ataque, cuando necesitaba correr rápido hacia adelante sin detenerse en nada más.
No pudo el Atlético apenas jugar en campo contrario en todo el primer tiempo ante un Barça poderoso y con una ocasión más, salvada por un milagroso Giménez desde el suelo ante el brasileño Neymar al contraataque, y con el equipo madrileño necesitado de más fútbol, de entrar en contacto más con un balón que era casi propiedad rival.
Un partido prometedor para el Barcelona y un panorama estresante para el Atlético, solvente en defensa, como prueba el 0-0 con el que se marchó al intermedio, pero sin margen de maniobra en los contados momentos de los que dispuso del balón, sin apenas apariciones del francés Griezmann ni Koke, un problema para el equipo rojiblanco, más aún contra un Barcelona tan fiable como el de este sábado.
Hasta el descanso, hasta el reinicio del partido, hasta que el Atlético subió sus líneas, con Koke ya en el medio, con la reclamación de un penalti por mano de Mascherano y con un golpe al duelo con el 1-0 en el minuto 51, una definición perfecta de Fernando Torres con un pase igual de perfecto de Tiago para encontrar el único desajuste defensivo rival hasta entonces.
Una ventaja fugaz, reequilibrada cuatro minutos después con un espectacular lanzamiento de falta de Neymar por ejecución, potencia, colocación en la escuadra y resultado, pero un nuevo aire al duelo, más igualado e, instantes después, ya con Messi sobre el césped. Entró a la hora de juego, todavía con el ganador por definirse.
Mucho tiempo para un futbolista como él, que poco después dio un pase magnífico a Neymar, cuyo gol lo evitó Godín casi bajo palos con la mano; que cada vez que agarró la pelota causó agitación en el área del Atlético y que, un cuarto hora después de entrar en el campo, decidió el partido a su manera: como un futbolista imparable.
En un par de metros lanzó una pared con Luis Suárez y la culminó con la sutileza y el ingenio de un jugador formidable, una vez más definitivo contra el Atlético, desfondado, derribado y doblegado en el minuto 77, precisamente cuando se sentía más dentro de un duelo que había manejado durante muchos minutos el fútbol azulgrana.