El Atlético de Madrid sentenció este martes su clasificación para los octavos de final de la Liga de Campeones con una victoria agónica en el último minuto contra el Rostov, transformada por el francés Antoine Griezmann y construida desde la insistencia ofensiva, ineficaz y previsible hasta el definitivo 2-1.
Cuando el empate parecía inalterable -la igualada también le valía para avanzar a la siguiente ronda-, la aparición del atacante mantuvo el pleno de triunfos del Atlético en esta Champions, con un gol de un valor incalculable. Por la victoria y porque le deja a un punto en su visita al Bayern Múnich para ser primero de su grupo.
No fue un partido nada sencillo para el Atlético. No lo había sido en Rusia (0-1) ni lo fue en el Vicente Calderón. Es superior en todo al Rostov, pero el fútbol no entiende de prejuicios, sólo de hechos, de lo que sucede en el campo, que demostró que todas las advertencias de Diego Simeone en la víspera tienen un porqué.
Porque el conjunto ruso, debutante este curso en la Liga de Campeones, con un solo punto en cuatro jornadas, sabe a lo que juega, desde sus limitaciones, pero también desde un trabajo, una consistencia y unas ideas muy definidas. Un perfil defensivo que no renuncia a la presión, intenso, potente en el físico y muy compacto.
Le costó un mundo al Atlético ese tipo de encuentro y rival. Con sólo tres variaciones en su once -entraron Vrsaljko, Koke y Fernando Torres-, siempre se sintió exigido por su oponente, quizá mérito de un competitivo bloque ruso, que desconectó durante muchos momentos el potencial local en torno a su área.
Tampoco fue ese conjunto madrileño tan preciso tan veloz y tan profundo en ataque durante todo el encuentro, enfrentado, interceptado y enredado por la acumulación de futbolistas de su contrincante en el repliegue, ni transmitió tanto ritmo como suele ni encontró casi vías para crear ocasiones en el primer acto.
Ni siquiera le bastó con marcar el 1-0 en el minuto 28. No rompió el partido entonces, en un acrobático remate con la zurda del francés Antoine Griezmann, reencontrado con el gol cuatro choques después, porque el Rostov le igualó en la siguiente jugada, un minuto después, en un contragolpe rapidísimo resuelto por Azmoun.
El balón era del Atlético, destinado a un ejercicio de paciencia; las oportunidades casi parejas: un remate de Torres o una sucesión de disparos y rechaces en la frecuentada área rusa, para el conjunto rojiblanco, y un intencionado tiro lejano de Dmitri Poloz despejado con apuros por el esloveno Jan Oblak para el Rostov.
Al descanso, 1-1. Después, el mismo dominio de la pelota del Atlético, reintegrado Koke Resurrección al medio en el tramo final del primer tiempo -comenzó escorado a la banda derecha-, más volcado, con una marcha más y con alguna ocasión más, un tiro del centrocampista, otro de Yannick Carrasco y un cabezazo de Torres.
Y con más artillería sobre el campo. Desde el minuto 56, con el francés Kevin Gameiro sumado a Torres, Griezmann y Carrasco en el frente ofensivo del Atlético, atascado cuando debía desbordar e irrumpir en el área contraria y limitado a lanzamientos lejanos contra una muralla firme sólo derribada en el último minuto.
En el minuto 93, cuando todo parecía cerrado al empate, Griezmann aprovechó una pelota dentro del área. Primero levantó la bandera el juez de línea, por un supuesto fuera de juego; después, el árbitro concedió el gol, definitivo para una victoria más del Atlético, la cuarta en cuatro jornadas, y para sentirse más cerca de su objetivo en este fase del torneo: el primer puesto del grupo.