El Universal
Un empate sin goles frenó al Atlético de Madrid en la carrera en el grupo C hacia los octavos de final de la Liga de Campeones, atascado en su visita al Astana, cuya intensidad minimizó el primer tiempo al equipo rojiblanco, lejos de su mejor nivel ofensivo y con dos palos en sus cinco ocasiones.
La victoria habría abierto un camino más claro hacia la siguiente ronda, pero la igualada mantiene al conjunto madrileño en una situación incierta a falta de dos jornadas, las que le enfrentará con el Galatasaray, en casa, y el Benfica, fuera, tras un 0-0 que sólo pudo ser algo más para el Atlético en el tramo final, más por ambición y constancia sobre el área contraria que por oportunidades.
Porque se encontró con un primer tiempo muy incómodo. Más allá del césped sintético, del alivio contra la sensación de frío del techo retráctil y del sistema de calefacción del Astana Arena, que elevó la temperatura hasta los 10 grados, y de un estadio lleno, el equipo rojiblanco también tuvo enfrente un oponente competitivo.
Ya lo había advertido el argentino Diego Simeone, cuyo equipo lidió con una puesta en escena de máxima exigencia y una primera parte movida, porque nunca sintió suyo el control del encuentro, porque le costó muchísimo enlazar unos cuantos pases seguidos rumbo al ataque y porque sólo creció cuando le dio velocidad al balón.
Lo hizo demasiado poco, también porque su rival, nada que ver con los titulares habituales que con los suplentes de hace trece días en el Calderón, le dio mucha intensidad al duelo y redujo el espacio de maniobra de los visitantes, consciente de que la mejor forma de encauzar sus opciones era con un partido más físico que técnico.
En esa dinámica, no le permitió al Atlético poner en marcha su idea de una presión alta, de jugar en campo contrario en todo el primer tiempo, en la misma medida que sometió al equipo madrileño a momentos de inquietud, sobre todo desde la estrategia, trabajada por el Astana, pero gobernada en el área por el intuitivo Jan Oblak.
No requirió muchas paradas el partido para el portero esloveno, pero su imponente salida por alto dio un plus de tranquilidad a la defensa rojiblanca, cuando la amenaza circulaba sobre su portería con los ataques del Astana, más constantes, pero menos concretos que los que propuso el Atlético en la primera mitad del encuentro.
Sólo tuvo dos ocasiones realmente claras el conjunto español desde el pitido inicial hasta el descanso. La primera, un pase diagonal de Juanfran que Fernando Torres, de vuelta al once cuatro partidos después por el colombiano Jackson Martínez, cruzó en exceso; la segunda, ya al borde del intermedio, un larguero de Koke.
Los dos ‘chispazos’ más relevantes y los dos mejores momentos, junto a la fiabilidad de Oblak y la contundencia de sus centrales ante el incordio que supuso Junior Kabananga, en una hora de juego del Atlético, que por esas alturas aún echaba de menos al francés Antoine Griezmann, lejos de su transcendencia habitual y esencial para las maniobras ofensivas de su equipo.
Tampoco había encontrado todavía el Atlético el ritmo del choque, ya algo más seguro con la pelota, pero aún sin profundidad, también ya sin apenas sobresaltos atrás, mientras Diego Simeone recurrió al banquillo: en el minuto 63 entró el colombiano Jackon Martínez, que reemplazó a Fernando Torres como referencia ofensiva arriba.
El siguiente en entrar fue el extremo belga Yannick Carrasco, la sensación en los últimos encuentros del Atlético. Un centro-chut suyo terminó en el larguero. Un par de minutos antes, en una de las contadas combinaciones en los últimos metros del equipo madrileño, Griezmann cruzó demasiado su disparo y dos después cabeceó Giménez.
Tres ocasiones en cinco minutos, más que en los setenta y tantos anteriores, en la ofensiva final del Atlético, a la que añadió un último tiro de Carrasco, cuando buscaba con prisa y ambición , pero sin éxito una victoria que nunca llegó para un conjunto rojiblanco atascado de principio a fin en su duelo en el Astana Arena.