Hace 20 años, con apenas 13 años llegaba a Barcelona, un pequeño Lionel Messi, para acabar convirtiéndose en estrella planetaria y emblema de un club, al que bastó su amago de salida para hacerlo temblar.
El 17 de septiembre de 2000, Messi llegaba a la capital catalana desde Rosario para entrar en la Masía, la fábrica de jóvenes valores del Barcelona para ir creciendo en un proceso que no fue fácil, lejos de su familia.
«Fue muy duro, era un cambio muy grande», explicaba a la Revista Barça el capitán azulgrana, que pronto empezó a dar muestras de su calidad.
«Cuando llegué a Barcelona no pensaba en ser el mejor del mundo. Llegué con el sueño de poder llegar al primer equipo, pero jamás imaginé lo que me tocó vivir después», añadió a la Revista Barça.
Lo que vino después fue una colección de títulos y récords para acabar convirtiéndose en uno de los mejores jugadores de la historia desde que el técnico Frank Rijkaard le diera la alternativa oficial con el primer equipo en 2004.