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Rébsamen, más que un barrio es una leyenda junto con su equipo de futbol
- Escrito el:: 10 enero, 2025
El “Capu” José Luis Sánchez cuenta la breve historia del equipo amateur en esta icónica colonia
Julián Rodríguez
La bronca se había desatado. Todos corrían para un lado y para el otro, unos para escapar y otros para golpear. La cancha se había convertido en un campo de batalla del que saldría de pie el más fuerte, tal vez el mas aguerrido o el más violento.
Esto fue una escena de futbol de barrio. De aquellos años en que los futbolistas eran unos auténticos guerreros que defendían con orgullo los colores de su playera, de su equipo, calle o colonia.
En ese pleito, el apodado “Capu” fue a donde “Rechy”, un tipo fornido y de pocas pulgas, que debido a su estatus económico todo le valía madre, estaba ahorcando a su rival del equipo Rébsamen, Toño Mora. El “Capu” le gritó desesperadamente: “Suéltalo, suéltalo que lo estás matando”, pero al no tener respuesta y ver que la vida de su amigo pendía de un hilo, tomó un pedazo de tabique que estaba a un costado del campo y sin previo aviso le asestó tremendo golpe en la cabeza a su enemigo, quien sólo así soltó a su “presa”.
Esa es una de las muchas anécdotas que vivieron muchos de los integrantes del equipo del Rébsamen, un barrio que al correr de los años se ha convertido en algo tan grande como su mismo nombre, del que se han forjado mitos, cuentos y leyendas en sus más de 50 años de vida.
El “Capu”, José Luis Sánchez Salazar, es uno de sus íconos que conoce paso a paso la historia de ese equipo de barrio que al correr de los años continua activo en el futbol amateur.
Sus inicios datan de la década de los 70, cuando un grupo de niños acudía por las noches al parque Los Berros, al famoso “Kiosko”, donde se reunían para echar la clásica cascarita. “Allí nos juntábamos para jugar futbol. Las porterías eran los caminos del parque. Cómo olvidarlo. Es como si lo estuviera viviendo aún, como si fuera ayer”, dijo.
Fue en 1970 cuando fueron cobijados por un equipo llamado Cruzeiro. “Nuestro ‘sensei’ de futbol, digámoslo así, fue Miguel Loaiza, que tenía un taller en la calle Díaz Mirón, frente al Estadio Xalapeño. Era un lugar de la Secretaría de Salubridad. “Ese equipo tenía además a Pedro Huesca, Víctor Cruz y un señor que venía de Nautla, pero que le pegaba descalzo a la pelota. Eran unos jugadorazos”, recordó.
Un día decidieron integrarse como equipo y participar en la Liga Xalapeña, organismo en el que fueron campeones en la categoría Segunda Fuerza ganándole al Real Bárcenas. “El rival tenia era un equipazo que le pagaba por jugar a algunos refuerzos. Pero nos los amolamos con puro corazón”, precisó el “Capu”, quien reconoce que fueron pocos los títulos que ganó ese plantel. “En la Primera B nos ganó Nápoli una final, que en ese entonces tenía a elementos como Pancho Lara y el Coatepec”.
Con el tiempo el equipo se volvió fuerte, aguerrido, plagado de futbolistas del barrio que daban el alma, la vida y el corazón en cada partido como Jorge Cárdenas, David Hernández, el “Pelón” Armando López, Margarito García, “El Magos”; “El Chato” Miguel Ángel y el mismo José Luis Sánchez, así como Diego Valerio, el famoso “Patán”, un elemento que era una fiera a la hora de pelearse de tú a tu con cualquiera, el que en los llamados “tiritos” daba la cara por cada uno de sus cuates del barrio y casi siempre salía victorioso. Y otros como “El “Pijas”, “El Cacheras”, “El Canelo” Manuel Gómez, Julián Pérez, “El Explosi”; Jorge “Yorchs” González, Antonio “Chiquis” Madrid; “El Maquinón”, Mariano Huesca; Arturo “Cachera” García, Antonio Marcial y Abel Hernández.
El enemigo natural de Rébsamen siempre fue Berros, aunque reconoce que no pasó más allá de unos empujones o gritarse de todo al término de cada partido que protagonizaban. “Con ellos eran empujones y mentadas de madre, pero no pasaba de allí, nunca nos agarrábamos (a golpes)”, precisó.
Con quien sí se daban con todo dentro y fuera del terreno de juego era con los de la colonia Francisco I. Madero. “Con el COLFRAIMA ya era de sacar , cadenas, velocímetros, cinturones de seguridad y palos, pero no faltaba un loco que echara mano de una navaja”, precisó el “Capu”, mientras reía al recordarse sus tiempos de broncudo. “Es que en aquellos ayeres no nos rajábamos con nadie, ni a chicos ni a grandes, porque dábamos todo por el barrio, pues era algo bonito, algo que nos hacía sentir vivos y pertenecer a algo”.
“Es hermoso –continuó diciendo– ver pasar a muchos elementos, muchos amigos, dinastías y generaciones; que si soy yo o no, nunca faltarán otros que tengan al equipo, porque al final lo bonito es todo lo que vivimos, lo que sentimos por nuestro barrio, el Rébsamen”, concluyó nuestro entrevistado.
Hoy el histórico equipo se mantiene en activo al correr de los días, los meses y los años, y para todo aquel que vistió sus colores y defendió la casaca con algo más que entrega y amor sabe que Rébsamen, más que un barrio es una leyenda.