Es el mejor delantero mexicano, y también peruano, del semestre. Nadie se explicó por qué no estuvo en el juego de ida. Pero estuvo en la vuelta y dio el triunfo, el pase a semifinales.
Santiago Ormeño lo volvió a hacer, fue clave, fue el héroe y aunque no anotó el gol del pase, estuvo presente en el momento indicado para propiciar el autogol de Anderson Santamaría que dio el el pase (69′), un gol fue suficiente para que Puebla avanzara a semifinales por primera vez en once años al derrotar al Atlas 1-0. Solo un gol, lo suficiente para empatar en el global (1-1) y seguir vivo por mejor posición de la tabla.
Así el sueño de la Cenicienta de los camoteros continúa y el de fantasía de los Rojinegros termina. Ganó el que más lo buscó en una serie que no fue brillante, pero sí muy peleada.
Volviendo a la bases, son inventar en extremo, Nicolás Larcamón mandó desde el primer minuto al Puebla por el gol del empate global, pero del pase a semifinales, mas no se esperaba a que el Atlas fuera tan responsable en sector defensivo, no dando balón por perdido, no dejando espacio sin cuidar.
Tal fue el perfil ofensivo poblano, que de inicio Atlas tuvo opciones para ampliar la ventaja, la más clara fallada por Milton Caraglio que jugó de a gratis ya que al amanecer del juego se tuvo que ir expulsado por una plancha.
Un balón al poste a tiro de Escoto fue lo más que consiguió Puebla, que aunque en ofensiva metía hasta siete jugadores en el área rival, no era lo claro que en otras ocasiones, siendo Ormeño el más insistente, pero también el más cuidado.
El juego se volvió dramático, se hizo bipolar. Atlas ya no quiso jugar, Puebla quiso hacerlo al extremo. Mucha gente de ataque metió Larcamón, mucha gente en defensa acumuló Cocca.
La diferencia fue clara, quien buscó lo consiguió, el brasileño Ferrareis acababa de entrar, tomó el balón en la banda con control orientado, se metió al área y centró a dónde Ormeño con marca encima y a tropezones propició que Santamaría metiera el balón en si propio marco, de forma dramática, venciendo la estirada de Camilo Vargas.
Vino la etapa de drama. De la defensa heróica poblana, del ataque desesperado de los tapatíos que ya tenían a Julio Furch en el campo, pero nada. El Puebla sigue soñando.