Así como en el Mundial de Qatar 2022, Luis Chávez, con una genialidad a balón parado, le devolvió a México la ilusión de un triunfo histórico, pero esta vez sí se consumó.
La personalidad y ambición que se perdió en Tegucigalpa fue encontrada y ejecutada desde el silbatazo inicial por la Selección Mexicana en el Estadio Azteca.
Con triunfo de 2-0 en tiempo regular, el equipo mexicano mandó el encuentro a los tiempos extras y posteriormente a los penaltis para así consumar un triunfo que le otorgó su boleto a la Copa América 2024 y al Final Four de la Nations League de la Concacaf.
Con un triunfo de 4-2 desde el punto penalti y con un Luis Ángel Malagón brillando ante la ausencia de Guillermo Ochoa, México selló uno de los triunfos más sufridos en los últimos años.
Imposible vender este triunfo como una hazaña cuando se sufrió de más ante una selección catracha inferior en todo sentido al combinando nacional. Además, la victoria tricolor tendrá una mancha inexplicable: El encuentro jamás se detuvo por el grito homofóbico.
El silbante salvadoreño, Ivan Barton, jamás ejecutó el protocolo ante los incontables «Eeeh puto» que retumbaron en el Coloso de Santa Úrsula. El tiempo pasaba y la furia de la afición tricolor creció, pero no tuvo consecuencias.
El capitán Edson Álvarez, en la misma portería donde se consagró como jugador del América en aquella final del Apertura 2018, hizo un agónico gol que mandó todo al alargue. El Estadio Azteca estalló con las más de 70 mil almas que asistieron al encuentro.
La alegría volvió y con ella la ilusión de seguir compitiendo en lo más alto de la Concacaf, además de cuidar el puesto de un Jaime Lozano que se vio más presionado e incontrolable como nunca.
México salvó el negocio, el puesto de Jaime Lozano en el banquillo tricolor y una reputación que para muchos lo tiene como el gigante de la Concacaf.