Cuando Julio Urías ponchó a Willy Adames, en la novena entrada del Juego 6 de la Serie Mundial ante los Rays de Tampa Bay, se firmó una noche no sólo de gloria angelina, también mexicana.
The Teenager demostró que de ese apodo sólo queda el recuerdo. Aquel niño que antes luchaba por no perder el ojo izquierdo (batalla que superó), hoy se “juega la vida” en la lomita.
El pitcher de 24 años de edad subió al montículo del Globe Life Field con un solo objetivo: darle a los Dodgers y su afición una alegría negada desde hace 32 años.
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Preparado para momentos de alta tensión desde la infancia, salió ileso en 2.1 entradas. Carlos Urías, padre de Julio, habló en entrevista para EL UNIVERSAL Deportes y recordó los sacrificios de toda la familia desde su nacimiento.
“Fue difícil combinar su actividad en casa, entrenamientos, ir a los hospitales a las operaciones, a Guadalajara, Obregón, aquí en Culiacán, y sí fue un proceso complicado, pero se supo llevar bien. [Estoy] agradecido con los médicos, porque ellos son parte importante de este logro y fue de ellos el mérito de mantenerle su ojito enfermo bien. Momentos complicados, pero supo salir bien”, dijo.
Con su fe y la bandera de México por delante, el padre de Julio respalda una frase que su hijo lleva como estandarte: “Diosito le dio un ojito malo, pero un brazo muy bueno, y tiene toda la razón. No reniego; al contrario, estoy agradecido con Dios por todo lo que ha mandado en lo deportivo y familiar. Es una frase muy cierta de mi hijo”.
Como si se tratara de un Juego Perfecto, Julio debía enfrentarse a un tumor y eliminarlo sí o sí. El resultado fue positivo y desde entonces supo que nada, ni nadie, se interpondría en su sueño. Quizá, ese fue su primer gran out.
“Fueron muchas cirugías, unas 10; primero ver qué tipo de tumor era y de ahí fueron muchas más. Nunca se cruzó por su mente dejar el juego; al contrario, siempre tuvo el sueño de jugar en Grandes Ligas y bendito Dios lo cumplió”, señaló.
En videoconferencia, el nuevo ídolo nacional no se olvida de su tierra natal y asegura que “es un sueño hecho realidad. Hasta ahorita que pasan los días, uno se lo va creyendo. Esto es para toda la raza mexicana”. El martes recetó “los tres outs más importantes de su vida”, pero la historia apenas da inicio. La dinastía azul recorre su camino de la mano de un culichi.
Así vivieron el campeonato
“Muy contento. Gracias a Dios seguimos disfrutando el logro de mi hijo y la verdad que agradecido por tantas bendiciones a mí, a la familia, al mismo país. Fue algo precioso, una presión en el pecho que explotó en júbilo con ese out de mi hijo y porque terminó con el campeonato, algo muy hermoso”.
“Nos habló rápido, en plenos festejos desde el estadio y fue ‘papá lo logramos, papá lo logramos’. Era algo grande, un logro familiar. Todos los sacrificios desde niño, es un gran logro para él, amigos, mismos entrenadores que le ayudaron. Agradecido con el sistema de Liga Infantil, porque fueron parte importante en su desarrollo”.
Su relación con Víctor González
“Es una tremenda persona, muy muy humilde, de buen corazón y bonita familia. Contento por él porque también ha batallado en muchas situaciones de la vida y es un orgullo que sea amigo de mi hijo y cumpla su sueño también”.
Su afición por el América
“Desde niño. Nosotros, Carlitos (su hermano) y yo, le vamos a las Chivas porque también nos gusta el fut y él desde niño es americanista. Una hermana de mi papá le regaló un uniforme del América a los 7años y siempre ‘América, América’ para todo. En la casa siempre hay esa broma, carrilla cuando es el Clásico. Desde niño tuvo la camisa bien puesta”.