SANTA CLARA, EU., junio 19 (EL UNIVERSAL).- Hasta “Eeeh pu…” le gritaron a Guillermo Ochoa.
Tantas marcas rotas, tantos discursos incomprensibles, tantas rotaciones y esperanza en el nuevo proceso para acabar en lo mismo: un fracaso peor que los de antes.
Juan Carlos Osorio tuvo su “Waterloo” en plena Santa Clara. Su invicto quedó en el olvido, la propuesta rebasada y su era truncada. México se quedó en el camino. El “local” de la Copa América Centenario fue humillado por el campeón vigente Chile, al son de 7-0, con lo que se consumó el fracaso y la peor derrota histórica en juegos oficiales.
Atrás quedó aquel 6-0 en contra de la entonces Alemania Federal en el Mundial Argentina 1978. Es, también, la segunda peor de por vida. Sólo superada por el 8-0 de Inglaterra, en un amistoso celebrado en 1961. Los dirigentes de la Federación Mexicana de Futbol y el mismo colombiano prometieron podio, y esto no se consiguió. ¿Fracaso? No… Ridículo en su estado más puro.
El principal responsable de esto es el cuerpo técnico. México nunca volvió al nivel mostrado en el primer tiempo contra Uruguay. Aunque pasó de fase, el equipo no era tan grande como se pregonaba.
Chile evidenció al Tri. Los andinos, un equipo técnico y físicamente superior, hicieron ver a México de segundo nivel. La alineación enviada por Osorio nunca funcionó. Los goles cayeron por cascada, haciendo a Eduardo Vargas la figura de la Copa al anotar cuatro tantos. Ya lleva seis en el torneo, siendo el principal verdugo de los mexicanos, junto con Arturo Vidal, quien actuó como “Rey”, guiando a su equipo.
Ahora lo que le queda a México es pensar en la eliminatoria mundialista, y en que el estadio Azteca no sea vetado por los gritos homófobos desde la tribuna. Osorio deberá replantear su estrategia. No todo es malo, pero lo bueno fue muy poco a la hora de la verdad.
Como en San Diego hace pocas semanas, Chile hizo valer su fuerza física para hacerse del balón. Pasaban y pasaban los minutos y el Tricolor no hilaba dos pases, no proyectaba peligro a la meta rival.
Cuando el juego comenzó a emparejarse, fue cuando los andinos se sacaron el as de la manga. Alexis Sánchez atrajo a todo el equipo mexicano a una banda, lo que dejó el centro vacío para el disparo de Aránguiz, el rechace de Memo Ochoa y el contrarremate de Edson Puch que abrió el marcador.
El colombiano comenzó a perder, de nueva cuenta, le mesura. Los movimientos en la cancha ya no eran tan claros. Dueñas se perdía entre líneas, Corona se sacrificaba demasiado y Guardado seguía igual de impreciso que contra Venezuela.
Rafa Márquez se levantó de la banca. El capitán ayudada desde donde estaba. Primero tranquilizó al “Chucky”, después acomodó a Araujo y Moreno. Osorio respetaba la acción del líder del Tri.
Para coronar el pésimo primer tiempo mexicano y el excelente chileno, Vidal —como auténtico “Rey”— hizo cera y pabilo de la defensa mexicana para dejar el balón servido a Vargas, quien sólo en el área chica cruzó a Ochoa para marcar el segundo.
La entrada de Carlos Peña y Raúl Jiménez llamaban al milagro. Sólo había que construirlo.
A los tres minutos de iniciada la segunda parte, el juego terminó con otra joya de Vidal, quien le puso tres cuartos de gol a Alexis Sánchez. Enseguida, Vargas enterró aún más las ilusiones con tres goles más… Y Puch cerró la humillante cuenta.
La gente se fue del Levi’s Stadium, desilusionada, triste. Consciente de que lo que les vendieron como la nueva selección nacional —al final— fue más de lo mismo. La gente se le volteó al Tri, comenzó a corear “oles” al rival. El sueño terminó de forma burda y humillante.