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El Chamaco Moreno, una leyenda de la lucha libre en Xalapa

Hoy de 82 años de edad, fue gladiador de época que escribió su nombre con letras de oro en los libros de historia

El destino del pequeño Antonio Moreno estaba marcado desde el momento en que vio la luz del día allá en su natal Ahuacatlán, una pequeña comunidad del estado nayarita.

Fue en 1942 cuando nació Antonio Moreno, así como suena, a secas, con un solo apellido debido a las circunstancias que a veces tiene la vida. El tiempo se fue volando hasta que cumplió 10 años de edad, lapso en el que, como en muchos casos, no conoció a su padre ni a su mamá, ya que ella decidió irse a trabajar a Tijuana, donde tiempo después falleció, dejando prácticamente en la orfandad y a la deriva al pequeño Toño.

Sin embargo, los caminos del Señor y sus planes lo llevaron a Coatepec, donde una familia del lugar lo adoptó y le enseñó la manera de ganarse el sustento, el pan de cada día.

Los números y las palabras no fueron lo suyo, por lo que sólo llegó al cuarto año de primaria; más bien, su espacio fue el campo, montar a caballo y ordeñar, actividades que suplieron sus juegos de infancia. Más tarde se dedicó a hacer pan, oficio del que hizo su modo de vida y al que nunca le huyó porque, desde temprana edad, mostró humildad, disciplina y obediencia, atributos que más tarde lo catapultaron al lugar que siempre soñó.

“Llegué a Coatepec a los 10 años. Allí nació el gusto por la lucha libre, aunque antes entrené box con el señor Remy Ronzón, pero no me gustó”, dijo el hoy legendario Chamaco Moreno, un gladiador de época que escribió su nombre con letras de oro en los libros históricos de la lucha libre xalapeña, en esos tiempos en que los héroes vestían de capa y máscara.

Nuestro entrevistado nos brindó un espacio en su casa de la calle El Rosal de la colonia Veracruz, donde su brillante historia está plasmada en las paredes con varios cuadros que enmarcan notas periodísticas de su vida, y en una caja de cartón donde atesora varios carteles que anunciaban las funciones en las que intervino.

“Un día fui a una función de lucha libre y me llamó la atención. Me dije en aquel tiempo ‘quiero ser luchador, quiero ser alguien’ y me vine para Xalapa, donde me quedé a vivir en una tienda que tenía un tío en 20 de Noviembre y Sarabia”.

Esa situación le facilitó para ejercitarse. “Me entrenaba y ejercitaba con pesas por un gimnasio que estaba por el cuartel San José, luego fui a Clavijero para pedirle oportunidad a Hiraclys Fenerly para entrenar lucha libre. ‘¿Quieres entrenar? Te va a costar tanto’, no recuerdo la cantidad, pero tuve que pagar”, recordó el hoy exluchador de 82 años de edad.

En sus inicios, fue Chucho Monroy quien lo condujo en sus primeros pasos. “No me dieron explicaciones, sólo me agarraron como costal de papas, de hecho, ese día me la pasé parado como los caballos porque no podía dormir ni acostado ni sentado”, comentó mientras dejaba escapar una carcajada al acordarse de la tranquiza que le acomodaron.

Pero reconoce que fueron los gajes del oficio, y si quería cristalizar sus sueños, estuvo dispuesto a todo. “Era necesario todo eso que viví, así me convertiría en luchador”, expuso. “Tenía como unos 15 años, por eso nació mi nombre del Chamaco Moreno; pues era el más joven de todos”.

Su debut se dio en una función a beneficio en la iglesia San Isidro, ubicada en la calle San Roque de la colonia Unidad Veracruzana. “Mi rival fue el Toro López, dos años después, cuando tenía 17, me tocó estrenar la Arena Xalapa enfrentando a El Zorro”.

Como vieron que ya tenía un físico bien definido y había asimilado todos los conocimientos de este espectacular deporte, decidieron que se fuera al bando de los rudos. “Me dijo Hiraclys: ‘Vas a tener que pasar de técnico a rudo porque no hay luchadores de tu peso, y hay que recibir a los que vienen de fuera’, fue así como cambié de estilo”, expuso.

Y así, entre lucha y lucha, fue agarrando vuelo, haciendo callo, tomando experiencia y formando un estilo que más tarde nadie igualaría, lo que le llevó a aparecer en las funciones de lujo, con rivales que se han vuelto leyendas en el Pancracio nacional como Blue Demon, Cavernario Galindo y El Matemático.

De hecho —mencionó entre risas— que con el “Manotas” protagonizó varias batallas de alto calibre, ya que su estilo rudo se adaptó al del también llamado Demonio Azul. “Fue en Martínez de la Torre donde nos enfrentamos, híjole, sí, nos dimos con todo, incluso al final destrozamos el lugar, tiramos los postes del ring y la carpa donde fue montada esa función, nada más se veía el corredero de los aficionados”.

Sin embargo, el Chamaco Moreno nos confesó que si hubo alguien con quien tenía una fuerte rivalidad, ese era el mismo Hiraclys. “Una anécdota imborrable fue el combate que tuve con él —cerró sus ojos mientras respiró hondo como evocando ese momento— y es que me levantó a todo lo alto, y aunque la lucha ya estaba preparada, me levantó a todo lo alto, me lanzó sobre la tercera cuerda y caí sobre la tarima… me daban por muerto, incluso el mismo Hiraclys se espantó… hasta en camilla me fueron a levantar”.

En su camino, se topó con Chucho Monroy, su maestro, a quien, sin miramiento alguno, le arrebató el campeonato welter, título que mantuvo por siete años consecutivos, hasta que decidió retirarse de los cuadriláteros. El Chamaco Moreno aseguró que la decisión de no luchar más fue acertada. “La lucha libre me dio todo lo que quise. Logré lo que quería, ni más ni menos; obtuve no para hacerme rico, pero sí para darme ciertos lujos y gustos como llevar a mi familia a pasear, vestir bien, adquirir buenos equipos”.

Su carrera fue limpia, pues afirmó que nunca se emborrachó ni utilizó sustancia alguna para aguantar las madrizas arriba de un ring. “Fui muy celoso de mi deporte, muy profesional, no conviví con los borrachos y jamás me tomé una pastilla para aguantar, incluso en las fiestas de fin de año o cumpleaños de Hiraclys, aunque me decían que no me daba permiso mi esposa, pero siempre les aclaraba que yo iba a lo que iba”.

Arriba del cuadrilátero, tuvo como inseparable a Ambrosio del Moral, el también legendario Estrella Sureña, con quien hizo una mancuerna de miedo y que fue el azote de todos los técnicos de su tiempo. “Con él pude ir a Centroamérica y Estados Unidos, pero no quise ir, decidí prestar mi equipo a otro luchador, y es que yo sabía que si me iba, ya nunca regresaría”, confesó.

Y finalmente, el 14 de agosto de 1974, le llegó el retiro. “Ya era tiempo, porque logré lo que quería, pero sobre todo que me gané el respeto de luchadores, compañeros y aficionados, de todo”.

Todavía recuerda cuando Anita Herrera, la entonces dueña de la Arena Xalapa, le propuso que regresara, pero él, pese a que le ofrecieron dinero y hasta un coche último modelo, siempre se negó. “Me buscaron en 1986 para que regresara… ofrecían billete, carro nuevo, del año, con tal de que regresara, pero dije que no”.

Y así llegó el fin de una entrevista que duró poco más de dos horas, aunque es cierto que el hombre, hoy de 82 años de edad, tiene mucho más que contar, pues su historia es distinta, especial y única, la de un guerrero que se formó con un carácter y temple de acero, de una figura granítica, que no se doblegó ante nadie, sólo ante su destino que lo volvió sin duda en un inquebrantable, una leyenda que nunca muere, sí, ¡una leyenda INMORTAL!