El Universal
Un partido sensacional del francés Kevin Gameiro y cuatro goles, uno suyo, uno de Saúl Ñíguez, uno de Antoine Griezmann y uno de Fernando Torres, propulsaron al Atlético de Madrid en su eliminatoria de Champions League contra el Bayer Leverkusen, ya casi sentenciada por el despliegue ofensivo del equipo rojiblanco.
Su ataque, liderado por Gameiro, fue imparable para el conjunto alemán y el resultado final, un 2-4, es muy bueno, con la vuelta pendiente en el Vicente Calderón, pero, a la vez pudo ser incluso mejor, por ambición, ocasiones y fútbol de un Atlético que lo tuvo todo para golear, pero que concedió dos tantos en su retaguardia.
El plan del Atlético surgió perfecto. Cada movimiento imaginado, diseñado meticulosamente, lo ejecutó en el comienzo del encuentro. Lo tenía claro el equipo rojiblanco, que combatió las virtudes de su rival, el robo de balón en el medio y el contragolpe, con las mismas cualidades, con la misma ambición, pero con mucha más determinación.
Dentro de la previsible potencia e intensidad altísima a la que se jugó el partido, el Atlético fue casi siempre mejor en ataque, en cada detalle, en lo táctico, en sus duelos individuales, en cada sector, en cada salida a la contra y en la presión en el medio campo, desde la que cimentó un triunfo espectacular al intermedio.
Cada vez que ganó ese pulso, cada vez que superó la primera línea de su rival, corrió, combinó y ejecutó los ataques a toda velocidad, incontenible para el Bayer Leverkusen, desbordado por las continuas conexiones de un ‘triángulo’ indescifrable para el bloque alemán: Saúl Ñíguez, a la derecha, y Griezmann y Gameiro, en la delantera.
Su adversario aguantó las primeras ofensivas rojiblancas, con participación activa también del belga Yannick Carrasco, entre un despeje del chileno Charles Aranguiz, una parada de Bernd Leno y un larguero, pero luego fue noqueado con la contundencia ofensiva que pedían tanto Diego Simeone como Gabi en la víspera del encuentro.
La que propuso en cada transición ofensiva; la que demostró Saúl, que en una jugada mezcló todas sus enormes cualidades, potencia, fuerza, conducción, disparo y gol, allá por el minuto 17, con una rosca con la zurda en la esquina del área que desde que salió de su pie vio dentro; y la que ofrecieron Gameiro y Griezmann en el 0-2.
Despejó Saúl desde su área, suficiente para los dos delanteros del Atlético, cuyo entendimiento es formidable. Hay muchos ejemplos en cada entrenamiento y en muchos partidos. Uno más este martes, cuando Gameiro aprovechó el error de Dragovic, condujo la pelota, la aguantó, llegó al área y esperó a Griezmann, que culminó el gol.
Sin noticias del mexicano Javier ‘Chicharito’ Hernández y con sólo un susto, el que alivió Moyá con una estirada ante el esloveno Kevin Kampl, fue un repaso del Atlético que bien pudo ser un 0-4 al descanso, porque Leno paró otra conexión Saúl-Griezmann-Gameiro, pero que fue un inesperado 1-2 nada mas comenzar el segundo tiempo.
Una apertura sobre Henrichs, que antes ya se había perdido el partido de vuelta por una tarjeta amarilla que supone sanción -también los visitantes Filipe Luis y Gabi-, y un remate de Bellarabi, certero con la derecha dentro del área, reanimaron el debate unos instantes, pero, realmente, no había mucha discusión. Ninguna para Gameiro, que desmontó a su adversario… una vez más.
Su partido fue espléndido. De principio a fin. También en ese momento del 1-2, del que lanzó definitivamente al Atlético. Primero estrelló un derechazo en el larguero; después hizo una jugada sensacional, desmarcado hacia un lado y con un túnel después a Dragovic, que le agarró y le derribó, fuera del área, aunque el árbitro lo vio dentro. Penalti ¿Un problema o una ocasión?
Después de que el equipo rojiblanco hubiera fallado ocho de sus últimos once lanzamientos, Gameiro confirmó que, esta vez, era una oportunidad. La transformó potente, por el medio, en el 1-3, sin la ansiedad que generan últimamente las penas máximas. Un gol para una actuación estupenda, la mejor desde que juega en el Atlético.
No le bastó para disputar entero el encuentro. Un gol en propia puerta, el 2-3 en un despeje de Moyá que rebotó en la rodilla de Savic hacia su propia portería, y once minutos después fue sustituido por Thomas Partey, con gesto serio, pero con la seguridad y la confianza de que su partido fue incuestionable e incontestable, vital para un triunfo que culminó Fernando Torres con el 2-4 final.