Llegar a la capital de Japón nunca ha sido sencillo, pero en tiempos de pandemia la misión se complica mucho más, sobre todo si se viene a cubrir unos Juegos Olímpicos.
Son los tiempos del Covid-19, los del cubrebocas, las rigurosas medidas sanitarias en casi todos los países y el confinamiento, con tal de cubrir la máxima justa deportiva del orbe.
Aunado a las 13 horas y media que implica el vuelo de la Ciudad de México al aeropuerto de Tokio-Narita, al llegar te espera un laberinto perfectamente construido por los japoneses, quienes no descansarán hasta cerciorarse de que representas un mínimo riesgo (porque ellos y tú saben que no hay seguridad al 100%, no en pandemia) de contagio para su pueblo.
Los primeros en salir del avión son quienes llegan a la capital nipona para hacer conexión a otros destinos de Asia, como Corea del Sur, Singapur, Nepal, India y hasta Guam. Después, los residentes del país que vuelven a casa. Por último, los que vienen acreditados para los Juegos Olímpicos, esos que serán sometidos a un riguroso proceso que puede durar hasta cuatro horas… Antes de ser conducidos al inicio de la cuarentena.
Porque en Japón se vive una nueva ola de coronavirus. Más de mil casos reportados al día, durante la más reciente media semana, tiene en alerta a la población y las autoridades.
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Tras salir del avión, el primer filtro implica mostrar varios documentos: pasaporte, acreditación para los Olímpicos, una prueba PCR con resultado negativo y que sea dirigida al gobierno japonés (el laboratorio de Médica Sur es el certificado para hacerlo), además de una hoja de sanidad que te es entregada durante el vuelo y mostrar el Código QR generado por la aplicación OCHA, creada por el gobierno nipón para monitorear tu salud y saber qué es lo que va a hacer durante tu estadía en esta nación.
Después de librarlo, el siguiente paso es presentar los mismos documentos en un segundo filtro, el cual tiene la peculiaridad de estar integrado por voluntarios y miembros de la policía; estos revisan minuciosamente pasaporte y resultado de la prueba. Si todo sale bien, pasas al examen Covid.
Hasta en ese momento, te informan que no debiste comer ni beber algo al bajar del avión, ni siquiera masticar chicle. Si lo hiciste, te someterán a una prueba PCR convencional; si no, te entregan un tubo con un embudo, en los que debes escupir hasta llenar de saliva cierta cantidad que será tomada como muestra.
Tras eso, llega el filtro más difícil. Vuelven a revisar tus papeles, pero aquí viene la parte compleja. Te solicitan un número telefónico de alguien más y que tenga servicio en Japón; no Whatsapp, telefonía pura y llana. El objetivo, te dicen, es que alguien se pueda hacer responsable de ti si llegas a presentar los síntomas del coronavirus. Si no lo tienes (lo cual es normal, porque es algo que no esperas), te impiden seguir en el laberinto.
Siempre amables, con una gran sonrisa, pero rígidos, sin un ápice de debilidad. El número del hotel en el que estarás hospedado no es opción. Lo único que queda: hacer equipo con alguien que tenga servicio de telefonía en Japón, sin importar su condición o nacionalidad.
Para entonces, ya llegó el resultado de tu prueba. Si es negativo, sigues en carrera; de lo contrario, si sales a Tokio, pero directo a un hotel para estar en cuarentena de 14 días. El costo monetario lo asumes tú o la empresa para la que trabajas.
Si sigues, eres conducido por los recovecos del aeropuerto (el cual está desierto) a un escritorio con varios voluntarios de los Juegos Olímpicos. Hasta entonces es validada tu acreditación, enmicada. Ahora sí, puedes portarla.
De ahí, eres trasladado a la zona de migración, donde nuevamente muestras pasaporte, acreditación (que es tu visa para ingresar a Japón), el Código QR de OCHA y una hoja de ingreso que te fue entregada durante el vuelo y debiste llenar. Pasas con el agente, quien coteja los datos (sobre todo que el nombre del pasaporte y la acreditación coincidan). ¡Ya casi!
Siguiente paso: recoger tu equipaje. Lo identificas a un lado de las bandas y pasas a la zona aduanal, donde entregas otro formato que debiste llenar durante el vuelo (tienes mucho tiempo). Y llega el azar. Puede que te pidan abrir todas tus maletas para una revisión.
Al pasar eso, por fin puedes salir. Justo en la puerta, otro grupo de voluntarios te intercepta para preguntarte si contrataste algún servicio de transporte privado, porque no puedes usar el público de Tokio durante 14 días, al menos. Si no lo hiciste, te conducen a un autobús, en el que te llevarán hasta el aeropuerto de Haneda. Depende de la hora, por el tránsito, pero el viaje puede durar casi dos horas.
Al llegar, te conducen a un módulo donde te piden mostrar en físico la reservación que tienes. Llenan una hoja y te conducen hacia un taxi, que te lleva a tu sitio de alojamiento. Lo has logrado… Inicia la cuarentena.
Después de registrarte, un miembro del Comité Organizador ya te espera. Coteja tus datos y te indica de cuántos días será tu cuarentena (tres o 14, depende de la elección que hayas hecho previamente), pero te aclara que puede extenderse si la situación en el país empeora.
Subes a tu cuarto, del cual sólo puedes salir al lobby algunas veces, pero está prohibido abandonar el hotel. No puedes comer en áreas comunes. Debes pedir tu comida mediante aplicaciones, como Uber Eats. Cuando llega el repartidor, bajas al lobby y de regreso. Hay una especie de vigilante que te tiene identificado y no te deja salir.
La cuarentena pasa entre libros, internet y envío de notas, pero nada de pisar las calles de Tokio.