El Universal
Una merma en las audiencias de televisión. Dos, y hasta tres, equipos que cambiarán de sede, y una pequeña caída en la popularidad del ‘fantasy football‘ pusieron en alerta a la NFL esta temporada.
Después de décadas de un crecimiento casi ininterrumpido, ¿será que 2016 es recordado como el año que los fanáticos empezaron a hartarse de la NFL?
Los índices de teleaudiencia declinaron 8%, con los debates presidenciales incidiendo en forma parcial. Muchos partidos de cartel depararon aburridas palizas, incluyendo ocho de los 10 duelos de postemporada rumbo al Super Bowl del domingo entre los Patriots y Falcons.
Dos equipos abandonaron San Luis y San Diego para instalarse en Los Ángeles, donde habían transcurrido décadas sin tener a un inquilino. Y los Raiders quieren dejar Oakland para jugar en Las Vegas, una ciudad que, pese a toda la fama que tiene como la meca de las apuestas, nunca ha contado con su propia franquicia.
La popularidad del ‘fantasy football’, un elemento vital dentro del crecimiento de la NFL en años recientes, menguó. Según Eilers & Krejcik Gaming, los cobros para los juegos diarios de fantasía aumentaron un 4% en 2016, en contraste al 222% del año previo, luego que varios estados cuestionaron la legalidad de lo que muchos consideran es una forma de hacer apuestas.
Todo esto se sumó al constante goteo de noticias sobre conmociones cerebrales y sus efectos en los jugadores, el problema de la violencia doméstica que persiste, las protestas de Colin Kaepernick a la hora de entonarse el himno nacional y un comisionado, Roger Goodell, cuya gestión ha sido tachada de mano dura o despistada en torno a algunos de los problemas más apremiantes de la NFL. ¿El mejor ejemplo? «Deflategate», el escándalo que derivó en una suspensión de cuatro partidos a Tom Brady, el jugador más reconocido de la liga.
Brady cerrará la temporada en busca de su quinto título de Super Bowl en un partido que generará elevados cifras de tele audiencia gracias a la fascinación que la NFL ejerce en los fanáticos estadounidenses. Que esa pasión se mantenga indefinidamente ya no es cosa segura. El béisbol, el boxeo y las carreras de caballos llegaron a tener la etiqueta de ‘rey de los deportes’ en el país, pero la perdieron.
«Tenemos una combinación de malos partidos, (las conmociones cerebrales), drogas y un declive del interés por el deporte», comentó Orin Starn, un profesor de la Universidad de Duke que estudio el impacto del deporte en la sociedad. «Cuando añades todas las ayudas que reciben multimillonarios con estos chantajes para construir estadio, y uno se queda preguntando sobre si la buena voluntad del fanático habitual acabará disipándose y la gente perderá interés en la NFL»
Otra pregunta: ¿Realmente importa el fanático leal dentro de las cuentas de la NFL?
Los Rams y Chargers dejaron atrás ciudades en la que jugaron durante varias décadas — luego que no pudieron alcanzar acuerdos para remozar sus estadios, seducidos por el proyecto de 2.600 millones de dólares para un estadio financiado por el dueño de los Rams Stan Kroenke. Los ingresos que se generarán con palcos preferenciales y otras atracciones adyacentes al estadio cubrirán el gasto. Los contratos de televisión, que repartirán 40.000 millones de dólares hasta 2022, cubrirán el resto.
¿Y los fanáticos? En el caso de los Chargers, es obvio que no asoman entre sus principales prioridades. En lo que se construye el estadio de Kroenke, los Charges están dispuestos a jugar en un estadio de fútbol, con un modesto aforo de 30.000 aficionados, cerca del centro de Los Ángeles.
«Uno ve eso, y en cierta forma, hay una percepción de que toman a la ligera a los fanáticos», declaró Eric Simons, autor de ‘Las Vidas Secretas de los Fanáticos del Deporte’. «Existe esta idea que los fanáticos te van a seguir a donde vayas o que no importan. Que venderán sus palcos a las grandes corporaciones sin importar la sede».