Hace cinco meses, Sloane Stephens no podía andar después de una operación de tobillo. Hoy, 143 días después de volver a caminar, la tenista de 24 años celebró en el Abierto de Estados Unidos su primer título de Grand Slam.
«Sencillamente es imposible. Lo pienso y no lo puedo creer», afirmó hoy Stephens. «Hace unos meses estaba operada, luchaba por recuperarme y si alguien me decía que iba a ganar el Abierto de Estados Unidos le decía simplemente que era imposible», recordó la flamante campeona, después de ganarle por 6-3 y 6-0 la final a su amiga Madison Keys.
El 18 de abril, Stephens subió un video muy especial a su cuenta de Twitter. «Día 1 caminando… Emocionada», escribió la estadounidense, con la secuencia de sus primeros pasos tras la última operación. A través de la red social fue contando su evolución. Por ejemplo, cuando comenzó a golpear con su raqueta sentada en una silla o cuando anunció su regreso para Wimbledon, donde se despidió en la primera ronda.
La lesión tuvo a Stephens 11 meses fuera del circuito y la tenista cayó hasta el puesto 957 del ranking a principios de agosto. Sin embargo, las invitaciones para Toronto y Cincinnati le cambiaron el panorama, porque las semifinales en ambos torneos la llevaron al puesto 83.
La tenista que había irrumpido con 19 años en el circuito, con una victoria en el Abierto de Australia 2013 ante Serena Williams -ídolo de su infancia- y con su primera semifinal en un grande, estaba de regreso. Sin embargo, nadie podía imaginar que un mes y medio después iba a festejar su primer título de Grand Slam.
«Miraba mucho tenis. Estaba recién operada y no me podía mover. Me tiraba en mi sofá y miraba los torneos», recordó tras su victoria del jueves ante Venus Williams por 6-1, 0-6 y 7-5 que la depositó en la final de hoy ante Keys.
«Si trabajas muy duro, si luchas hacia una meta, puedes lograr que algunas cosas sucedan por sí solas», reflexionó Stephens. «Pero cuando regresé de la lesión, no tenía todas mis herramientas. No sabía si iba a ser capaz de correr por cada pelota, no sabía si mi potencia y mi ‘timming’ todavía iban a estar allí», remarcó la tenista, que llegó a ser 11 del mundo en octubre de 2013, después de haber alcanzado al menos los octavos de final en los cuatro grandes de ese año.
«No sabía si todo iba a estar bien. La única cosa en la que podía confiar era en mi pelea y en asegurarme que cada vez que entrara a la cancha lo diera todo».
Pero si algo caracterizó a Stephens a lo largo de su carrera y de su vida, fue sobreponerse a las adversidades. Criada por su madre Sybil Smith, la primera nadadora negra en ser citada para el equipo universitario de Estados Unidos, recién cuando tenía 13 años pudo conocer a su padre, John Milton Stephens, un ex jugador de la Liga estadounidense de fútbol americano (NFL).
No obstante, su padre no pudo verla brillar. Justo cuando la joven Sloane disputaba su primera «qualy» para el Abierto de Estados Unidos con 16 años, el ex corredor de los New England Patriots falleció en un accidente de tráfico. Dos años antes había muerto de cáncer Sheldon Smith, el segundo marido de Sybil y principal impulsor de su carrera tenística.
Después de acudir al funeral de su padre, siguió con el torneo. «Él y Sheldon así lo hubiesen querido», dijo en ese momento.
Aquella aparición fulgurante que la colocaba como sucesora natural de las hermanas Williams no se terminó concretando. Algunas lesiones y, sobre todo, no poder soportar la presión que ella misma generaba la fueron retrasando en el ranking. Finalizó 35 en 2014 y llegó a caer al 45 cuando promediaba 2015.
De a poco, empezó la recuperación en la segunda mitad de esa temporada, cuando logró en Washington su primer título, y luego le siguieron otros tres en 2016. Pero cuando regresó al top 20, comenzaron las molestias en el pie que la obligaron a parar después de perder en la primera ronda de los Juegos Olímpicos de Rio 2016.
Once meses después, la mentalidad es otra. «Ya no tengo presión, juego para divertirme», aseguró durante la primera semana del US Open, cuando sus victorias comenzaban a sorprender. «Esto es lo que me hace saltar a pista motivada y dar lo mejor de mí. No pienso en otra cosa que salir a la pista, pasarlo bien e intentar ganar a cualquiera que esté del otro lado de la red», remarcó.
Más allá de las rivales en la pista, su mayor preocupación en Flushing Meadows la vivió en la rueda de prensa tras ganarle a la letona Anastasija Sevastova, cuando fue molestada por un insecto y terminó a los gritos y en el piso.
«Oh, dios mío, ¿Qué fue eso? Era un dragón», se sorprendió, ya de nuevo en la silla. Y como en la cancha, respondió con reflejos felinos: una derecha ganadora contra la mesa, aunque en vez de la raqueta usó su zapatilla. «Eso fue tan repugnante», repitió antes de continuar con las preguntas.
Hoy arrolló a su amiga Keys en la final, pero se preocupó de consolarla en la red y antes y durante la premiación. «Ella es una de mis mejores amigas en el Tour», recordó Stephens. «No hubiera querido jugar con nadie más que ella, este es un momento especial para las dos. Estar aquí con ella hoy es increíble, esto demuestra lo que es la verdadera amistad», indicó con emoción.
Es que después de tanto dolor y sufrimiento, el tenis le debía una alegría como la que vivió hoy en elArthur Ashe.