Contando la fórmula de la Coca Cola, son pocas las recetas secretas que a lo largo de los años son atractivas para los consumidores y por desgracia de la NFL, la del Opening Night no es una de ellas.
El producto que la Liga ideó para abrir la semana de actividades del Super Bowl caducó. Su efecto en lugar de animar a los aficionados, los aletarga cuatro horas en el sillón de su casa o en una butaca por la que tuvieron que pagar desde 665 pesos hasta 1,200.
Como si fuera un circo, el Super Bowl LII llegó ayer de forma oficial a Minneapolis, pero en su primera presentación lo hizo sin ningún truco nuevo.
La NFL repitió como hace desde hace dos años, la salida de los jugadores al estrado, en esta ocasión con un par de fuegos artificiales que parecieron más un cuete que se cebó.
Si bien el Super Bowl en Minneapolis regresó después de 26 años, los fans que acudieron a la noche de apertura se decepcionaron pues lo que pensaban sería un show, terminó en una aburrida “pasarela de reporteros para ellos”.
“Compré cuatro boletos para venir con mis hijos y ser parte de la experiencia del Super Bowl, pero lo único que recibí por mi gasto, fue un radio para escuchar preguntas y respuestas y ver cómo un montón de periodistas se mueven de un lado a otro. Nos vamos decepcionados porque no sentí que fuera un espectáculo”, declaró Catherine Miller.
Desde una hora antes del comienzo del Opening Night, el público que acudió al Xcel Energy Center ingresó para tomar su lugar que este año fueron numerados.
Fuera de ver a Tom Brady, las personas no se animaron durante la celebración de lo que la NFL piensa es una fiesta o atractivo para su público.
Los conductores que se visten de forma llamativa están en extinción. Lo más destacados fue un reportero de la televisión australiana que se vistió de tiburón y un austriaco con casco y jersey con los colores de su país.
Si la NFL quiere que su espectáculo de inicio de semana no muera, tiene que aplicar una fórmula soborizante a un platillo que ya es insípido. A. Velázquez / Enviado