Los Ángeles.- El día que un canal de televisión se atreva a retransmitir íntegramente el Juego 3 de la Serie Mundial 2018, deberá contemplar que su programación habitual estará enlatada 7 horas y 20 minutos que fue el tiempo que tardaron los Dodgers en derrotar 2-3 a los Red Sox, en el juego más largo en la historia de las 114 ediciones del Clásico de Otoño.
Ni la hoja de anotación o box score que cuenta brevemente el desenlace de un encuentro de beisbol, tuvo espacio para atestiguar la batalla de Los Ángeles que comenzó en un viernes soleado y terminó entrada la madrugada en la costa oeste de Estados Unidos, mientras del otro del país el día ya olía a café.
El pasatiempo nacional se convirtió en un maratón de 18 entradas en las que jugaron una cantidad de peloteros (44), que pondría en aprietos a cualquier fotógrafo que quisiera reunirlos como si fuera un cuadro de generación.
La memoria corta tan solo recordará —la historia no tiene espacio para más de un héroe— que Max Muncy conectó el cuandrangular de la victoria que levantó en júbilo a los poco más de 40 mil aficionados que aún se mantenía en Dodger Stadium pasando la media noche y que incluso provocó que el diario más importante de la ciudad, pusiera a trabajar horas extra la rotativa para imprimir una nueva portada.
Antes de las 12:00, Ángel Hernández, editor de deportes de Los Ángeles Times, dio a conocer en sus redes sociales que su edición no contaría el final del Juego 3. Con el resultado en las manos del equipo de casa, la decisión se revirtió porque los triunfos venden más que los fracasos sin importar el costo de reimpresión.
Detrás del mítico homerun de Muncy – su bat descansará en el Salón de la Fama– viajan un montón de momentos y situaciones que si se revisan a detalle, tardaríamos otras 7horas con 20 minutos.
De entrada legendario manager de Dodgers, Tom Lasorda, entró al diamante para realizar el primer lanzamiento en un carrito de golf como los que se usaban en los 70 y 80’ que hizo recordar la Serie Mundial de 1981 cuando Dodgers fue rescatado por un novato de un déficit de 0-2 contra Yankees.
En aquel año Fernando Valenzuela lanzó las nueve entradas del Juego 3 para apuntarse la victoria con la que Los Ángeles tomó aire para venir de atrás para obtener el título de Grandes Ligas.
Casi 37 años después, Dodgers repitió la fórmula al mandar a la loma al novato Walker Buehler. El joven maravilla de 24 años respondió con la precisión de un cirujano al guiar la “operación resurrección” de forma sólida con siete innings en los que blanqueó a Boston que no pudo hacer otra cosa que desfilar ante el derecho.
Como un amor de verano, la actuación de Buehler quedó en el olvidó por un error del cerrador Kenley Jansen quien en el octavo episodio dejó una bola por el centro del plato que Jackie Bradley Jr convirtió en empate.
La pizarra se mantuvo 1-1 por los siguientes cuatro innings en los que la venta de cerveza agonizó ( en la entrada siete dejan de vender), y las cortinas de los comercios bajaron al terminar con cuanta hamburguesa y hot dogs tenían.
Tan solo en la sala de prensa, se consumieron 800 salchichas cuando en un día normal –queda claro que ayer no fue un día normal— no se terminan 200.
Sin cerveza ni comida, la gente no tuvo otra opción que sentarse a ver el juego. El beisbol divierte o cansa y el Juego 3 fue un poco de eso con un montón de drama al final y una loca estrategia del manager Alex Cora que utilizó a David Price (abridor del Juego 2) y Nathan Eovaldi (programado para abrir el Juego 4), como relevistas.
Porque Los Ángeles no se entendería sin un día sin mexicanos, el zurdo sinaloense Julio Urías ingresó en el décimo séptimo capítulo en el que puso nerviosismo al regalar una base por bola que al final no significó más que unas cuantas gotas de sudor para uno que otro seguidor de los Dodgers.
Tras seis innings de trabajo adelantado, Eovaldi fue castigado por Muncy para dejar a Red Sox tendidos sobre el terreno y obligar a por lo menos un quinto juego.
La victoria de Dodgers pareció contar por dos y no tanto porque fue en 18 innings, sino porque la derrota los hubiera puesto tan lejos de regresar de un 0-3 como se ve 1988.