Esa tarde del 22 de agosto de 1959, en el Coliseo Nacional de La Habana, “El Minino” bajó del ring con dos derrotas que le habían sacudido la cabeza. La primera quedó marcada como su primer descalabro como profesional, una decisión unánime en la que cayó ante su compatriota Hilton Smith. Pero la segunda, por mucho, fue todavía más dolorosa.
Ese año, Fidel Castro ascendió como máxima autoridad en Cuba. El nuevo mandatario determinó una medida radical en esos días de agosto: prohibir el boxeo profesional en la isla. Todos aquellos boxeadores profesionales, como “El Minino”, que llevaba como nombre José Ángel Nápoles, comenzó a meditar si era lo mejor quedarse en la isla.
El púgil peleó 13 combates más antes de irse definitivamente de Cuba. Además, en uno de esos combates, en los que todos salió victorioso, fue presentado como “El Mantequilla”, debido a que fue confundido con uno de sus hermanos, quien era apodado así y también era boxeador. Nápoles nunca corrigió su apodo y usurpó por el resto de su carrera el sobrenombre.
Al principio de la década de los 60, Nápoles llegó a México y para 1962 ya estaba disputando su primera pelea profesional. Le ganó con un sendo nocaut a Enrique Camarena, que marcaría el inicio de su carrera en México. Esa fue la primera de sus 42 victorias en territorio nacional.
‘Mantequilla’ Nápoles era ágil de pies y con una pegada potente. Esquivaba jabs, uppers y todo volado que tenía como objetivo su cuerpo o su rostro. Se hacía de humo y peleó (y venció) en Japón, Venezuela, Inglewood y Nueva York, precisamente en el Madison Square Garden, la meca del boxeo. Destacaron sus peleas, casi guerras, con Curtis Cokes, a quien derrotó, en dos ocasiones, primero para arrebatarle los títulos welter del Consejo Mundial de Boxeo y la Asociación Mundial de Boxeo.
Además, también destacó su triunfo en el Madison Square Garden ante Pete Toro en 1970 y su derrota ante Carlos Monzón en Puteaux, Francia, en 1974.
Nápoles, ya nacionalizado mexicano, se retiró con una derrota por nocaut con John Stracey, en la Plaza de Toros México. Desde entonces, el cubano-mexicano padeció una epidemia que padecieron muchos boxeadores: la pobreza lo puso en la lona. Sus últimos años lo pasó entre Ciudad Juárez y la Ciudad de México. Algunas veces presente en eventos deportivos, otros en deportivos.
Ocho días antes de que se cumplieran 60 años de aquel día en que Nápoles sufrió sus dos derrotas, José Ángel falleció, uno de los mejores púgiles welter en la historia.