A la noche del martes le faltaron horas para que el mexicano Humberto Castellanos terminara de asimilar el giro que tomó su vida en menos de una semana.
En medio de una temporada extraña por la pandemia del coronavirus, el debut de Humberto en Grandes Ligas puede considerarse igual de extraño. Hasta hace unos días era un prospecto de tantos más que ante la cancelación de las ligas menores decidió confinarse en su hogar, en su caso en Pegueros, un pueblo de 3 mil personas en los altos de Jalisco.
Como una bola rápida, el día con el que todo beisbolista sueña llegó.
“El miércoles de la semana pasada recibí un mensaje con mi itinerario de viaje para integrarme con el equipo. Fue una sorpresa, pero muy grata”, contó Castellanos.
Una lesión en el codo de Roberto Osuna le abrió un espacio a Humberto en la lista de 30 jugadores. El martes por la noche su momento llegó, cuando subió al montículo para conservar la ventaja de los Astros sobre los Diamondbacks en Phoenix.
Con apenas siete pitcheos, el jalisciense consiguió los tres outs y la pelota de su primera actuación en MLB que le obsequió el manager de Houston, Dustin Baker.
“Desde que llegué al vestidor y tomé mi celular vi un montón de mensajes de gente que me ha apoyado por muchos años. Fue una noche en la que dormí poco,
porque lo estaba disfrutando, pero cuando por fin me dormí fue con toda plenitud de que pude cumplir mi sueño”, dijo Humberto a EL UNIVERSAL.
En los libros de registro se recordará como el beisbolista 131 nacido en México en alcanzar las Grandes Ligas.
Aunque no hubo personas que gritaran su nombre en el estadio, ni su familia lo pudo acompañar por las restricciones Covid-19, Humberto Castellanos tuvo en Arizona una gran noche de verano.