Tyson Fury coronó su meteórico regreso al boxeo profesional, tras una suspensión de dos años por dopaje y estar cerca del suicidio, al vencer a Deontay Wilder y consagrarse campeón de los pesos completos del Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
Fury fue una aplanadora desde el inicio del combate. Hizo sentir el poder de su pegada con rectos y volados de derecha que se impactaron en el rostro del estadounidense, mientras que evitaba la explosiva mano derecha de Wilder abrazándolo.
Los abrazos del británico, que a veces parecían llaves de lucha libre al cuello de Wilder, provocaron que éste último se cansara, debido a que soportaba el peso del británico, que era diez kilos mayor al que él había marcado en la báscula.
Los problemas del estadounidense se encrudecieron cuando Fury lo derribó en el tercer round. Aunque pudo levantarse, el todavía campeón del mundo nunca pudo meterse a la pelea ni que su volado de mano derecha conectara al británico.
Wilder sobrevivía como podía en los rounds. No parecía un campeón mundial invicto, mientras que Fury tuvo una estrategia que salió a la perfección. Lo castigaba con combinaciones breves de golpes y, cuando no podía hacerlo, lo abrazaba, mientras que Wilder tenía que lidiar con los más de 110 kilos de peso de su rival y los cortes que ya presentaba.
Al inicio del séptimo round, el referí detuvo la pelea para dictaminar la victoria de Fury, quien mejoró su foja a 29 victorias (21 nocaut) un empate y ninguna derrota, mientras que Wilder tuvo su primer derrota en su récord, que también incluye 42 victorias y un empate.