En la víspera de febrero, las calles de Minneapolis se pintan de blanco. La nieve recae sobre la fiesta del Super Bowl LII.
La NFL no se presentaba en su mayor esplendor en Minnesota desde 1992, cuando los Redskins derrotaron 37-24 a los Bills, en el ya derrumbado Hubert H. Humphrey Metrodome. A unos cuantos días del duelo entre Patriots y Eagles, las gente sale a las calles a disfrutar de un nuevo Super Bowl.
No importan los 3 grados bajo cero o las aceras resbalosas, cualquier pretexto es bueno para vivir la experiencia. Gorros, bufandas, guantes y abrigos son obligatorios en la caminata nocturna.
La banda de marcha de la preparatoria Harding de Saint Paul da espectáculo sobre la calle Nicollet Mall, en el centro de Minneapolis.
A un par de cuadras más al sur, una fiesta acapara la Séptima Calle, con decenas de personas aguantando el frío.
Los padres llevan de la mano a sus pequeños, bien tapados de pies a cabeza, pero con la misma alegría de vivir un chispazo del Super Bowl LII.