CIUDAD DE MÉXICO, junio 14 (EL UNIVERSAL).- La memoria presente recuerda al sagrado paso de Wembley como el lugar en que la Selección Mexicana de futbol Sub-23 se colgó el oro en los Juegos Olímpicos de Londres 2012. Pero pocos saben que antes, ya hubo otros nacionales que se colgaron preseas áureas en una justa olímpica en tan emblemático templo deportivo de la capital británica.
Fue 64 años atrás. Iban a caballo. Sentenciados a ganar o ir a prisión a su regreso a México. El equipo mexicano ecuestre se coronaba en la prueba de saltos por equipo, comandados por el teniente coronel Humberto Mariles Cortés.
Era el último día de competencia de los Juegos Olímpicos de Londres 1948. Ese 14 de agosto, salía a competir Mariles junto con Alberto Valdés y Rubén Uriza en el estadio de Wembley, abarrotado con 82 mil personas, reunidas para observar una de las pruebas más esperadas por los londinenses, amantes de las competencias con caballo.
Montado del corcel “Arete”, Mariles fue el último de 44 jinetes que recorrieron la difícil pista de 18 obstáculos que los cronistas de la época describen como una de las más difíciles que se hayan diseñado en aquellos tiempos. Por ello, solamente 21 jinetes pudieron concluirla.
Pero para el caballista mexicano se trató “casi como un paseo dominical por el legendario Bosque de Chapultepec”, describió Robert Musel, corresponsal de la United Press.
“Mariles saltó los obstáculos en forma casi impecable. Sólo le anotaron 6 1/4 puntos en su contra. La enorme muchedumbre se dio cuenta que el oficial del Ejercito mexicano, ataviado con su uniforme de campaña había ganado la medalla de oro antes de que la bandera mexicana fuera izada sobre el estadio y se puso en pie manifestado a gritos su aprobación al fallo concediendo el triunfo al jinete azteca”, apuntó Musel en texto que fue portada de EL UNIVERSAL.
La noticia ameritaba ser la de ocho. Se trataba de las primeras dos medallas olímpicas de oro que conseguía en su historia. La individual de Mariles, y la de por equipo en conjunto con sus dos compañeros.
“Me siento muy feliz, no tanto por mí mismo sino por mi patria. Sabía que la victoria individual y por equipos estaban hoy en juego”, llegó a comentar el militar antes de ser rodeado por los espectadores que invadieron la grama mítica de Wembley para felicitar al ganador.
A las dos medallas de oro, se le sumó una plata conseguida por Uriza Casto, que, montado de “Hatuey”, concluyó segundo por detrás de Mariles, y una de bronce logrado por el mismo equipo mexicano en la prueba de ecuestres de los tres días.
Se trataron de hazañas que a poco estuvieron de no concretarse.
Esto porque el entonces presidente Miguel Alemán ordenó cancelar el viaje de los jinetes mexicanos a los olímpicos de 1948 y a una gira previa de preparación por Europa, pues creía que no tenían ninguna opción en los Juegos.
Pero Mariles actuó con arrebato y partió rumbo al viejo continente a sabiendas de que contradecir una orden presidencial representaría cárcel para él y todo su equipo.
Sin embargo, las medallas cosechadas borraron cualquier orden de arresto que le hicieron saber al nuevo héroe mexicano desde el primer instante que pisó tierras tras cruzar el Atlántico.
El teniente coronel le tuvo un eterno agradecimiento a “Arete”, un caballo que también nació en Chihuahua. Tal fue su agradecimiento que cuando falleció, Mariles ordenó que sus retos los mandara a enterrar en uno de los jardines del Centro Deportivo Olímpico Mexicano.
Mariles tuvo varias conquistas por Estados Unidos y Europa. Intentó repetir podio en Helsinki 1952 pero fracasó en el intento.
Cuando participaba en exhibiciones y desfiles deportivos, la gente se desvivía por vitorearlo.
Estuvo encarcelado un corto tiempo por dispararle a un civil en un altercado automovilístico. Falleció en París, en 1972, por un edema pulmonar tras ser encarcelado en circunstancias poco claras. Así terminó la vida del primer medallista dorado que vio su mejor momento deportivo en el mítico Wembley.