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Despiden a su ídolo… de lejos

Unas vendas cuelgan de un altar improvisado, y la solitaria luz guía el camino de “El más grande”, del hombre que marcó época,...

SCOTTSDALE, EU., junio 5 (EL UNIVERSAL).- Unas vendas cuelgan de un altar improvisado, y la solitaria luz guía el camino de “El más grande”, del hombre que marcó época, que luchó arriba del ring por un cinturón y debajo de él por sus derechos, y los de todos.

Muhammad Alí ha muerto y Arizona, la que fue su casa en los últimos años, le rinde un silencioso homenaje. “Vino para acá porque le gustaba el clima, decían que era lo mejor para él”, menciona Alex Fredman, quien se pasea a las afueras del Lonnie & Muhammad Ali Pavillion, parte del Muhammad Ali Parkinson Center construido en la ciudad de Phoenix en 2009, parte del legado de la lucha de Ali por combatir esa enfermedad que lo fue minando en la segunda parte de su vida.
“Era el mejor, no habrá otro como él”, dice Alex, a la vez que posa cual si fuera un boxeador, uno de los tantos que soñaron con ser como quien fue bautizado con el nombre de Cassius Clay.

Ali murió a causa de problemas respiratorios cuando estaba internado en el Honor Health Scottsdale Osborn Medical Center, tenía 74 años. Desde hacía más de 30 luchaba contra el Parkison que le produjeron los más de 50 combates que sostuvo entre 1960 y 1981.
La prensa se presenta en el lugar y la policía hace su aparición para evitar que toquen un centímetro de propiedad privada, nada que moleste el sueño eterno del gran “Bocazas”.

La gente comienza a llegar… Un hombre porta un póster y la imagen más famosa de Muhammad, esa en la que ferozmente festeja haber mandado a la lona a Sonny Liston, en pelea de revancha de mayo de 1965. “¡Ali! ¡Ali! ¡Ali!”, gritan al unísono una madre y sus pequeñas hijas, contagiadas por el ambiente de nostalgia y admiración que se deja sentir en la calurosa noche de Arizona.
“Get out of here, stinky niggers… dirty mexicans. Nobody wants them in America” (Largo de aquí negros apestosos, mexicanos sucios. Nadie los quiere en Estados Unidos), grita un estadounidense arriba de su auto, molesto porque las cámaras le estorban el paso, mancillando el recuerdo del hombre que luchó también desde abajo del ring, por que todas las razas fueran tratadas de la misma forma en el “país de la libertad”.

Nadie se deja ver fuera de la sala de urgencias. La policía apura a los medios a retirarse… “mañana habrá información”, gritan y regresan a su lugar como vigías, resignados a pasar la noche en vela.

Este día se anunciará la forma en que se llevarán a cabo los funerales de Muhammad Ali. La familia ha decidido enterrar su cuerpo en su natal Louisville, Kentucky, de donde salió como uno más, para volverse “El más grande”.

La gente se va, sabe que pasar la noche en vela es inútil.
Alí agradece en silencio.

La vela no se consume, las vendas no se mueven, siguen colocadas en el improvisado altar, ellas sí se quedan, a pesar de que ya ha sonado la última campanada.