Santa Clara, Estados Unidos.- Mike McCarthy sólo atinó a resoplar. No lo podía creer. Era el déjà vu más amargo.
Sus Cowboys habían competido durante casi tres cuartos. De hecho, metieron miedo en el estadio Levi’s, pero —al igual que en el juego de comodines el año pasado— empezaron a cometer increíbles castigos.
Fue el punto de quiebre en un dramático juego divisional. San Francisco venció a Dallas (19-12) y clasificó a la final de la Conferencia Nacional por tercera vez en los más recientes cuatro años, no sin antes sufrir ante un adversario que fue presa de su enorme poder de autodestrucción.
Con el marcador empatado 9-9, la defensiva de los Cowboys parecía obligar a los 49ers a buscar otro gol de campo… Hasta que dos castigos mantuvieron con vida a ese ataque que fue coronado con la única anotación de seis puntos lograda por los locales, gracias a la habilidad del corredor Christian McCaffrey.
Apenas empezaba el último periodo y la diferencia era de sólo siete puntos, pero McCarthy vivía la misma película de terror.
Y, al otro lado del campo, Kyle Shanahan felicitaba efusivamente a George Kittle, cuya circense recepción mantuvo a la serie que marcó la diferencia.
El resto fue poner el juego en las manos de Dak Prescott… Y los aficionados de Dallas saben bien lo que significa eso: Sufrir.
La soberbia actuación ante Tampa Bay quedó en simple anécdota. La agresiva defensiva de San Francisco lo interceptó en dos ocasiones, suficientes para evitar el daño que pudo abrir la puerta de la final de la NFC a los Cowboys, esa que jugarán los 49ers.