En la lucha libre, pocos son los gladiadores que —desde su debut— cargan con el peso de un personaje lleno de historia y éxitos.
Legado que les permite ser identificados e idolatrados por la afición, ya que “dinastía” es una palabra que conlleva responsabilidad.
Una es la “Dinastía Linares”, encabezada por Max (mejor conocido como el Rayo de Jalisco) y su hijo, Rayo de Jalisco Jr., quien —en plática con EL UNIVERSAL Deportes— narró su emoción al personificar a una leyenda de los encordados.
“Desde que supe que mi papá era luchador, me enamoré del deporte. Enterarme fue una sorpresa… Cuando era niño, en una ocasión había una maleta abierta, me acerqué y vi una máscara, un equipo y, por ser pequeño, no lo comprendí. Mi papá me llevó a verlo en mi primera función… Lo vi y me di cuenta que él era el Rayo de Jalisco”, comentó.
El gladiador, quien en primera instancia tuvo el rechazo de su padre en su deseo de seguirle los pasos, compartió que debutó a escondidas y fue por otros luchadores que su papá se enteró. De eso, han pasado casi 50 años.
“Me decía que debía tener armas para la vida, y la más importante era el estudio. A escondidas debuté con el nombre de Rayman, pero todos —queriendo quedar bien con mi papá— le dijeron, habló conmigo y durante un tiempo, estudiaba, entrenaba y luchaba”, narró.
El Rayo de Jalisco Jr. pudo entregarle a su padre un título universitario, como contador público, pero no olvida la noche que su padre le permitió utilizar la icónica indumentaria por primera vez.
“Mi madre me dio una maleta para llevarla de emergencia a la Ciudad de México. Al llegar al lugar, en la entrada decía: ‘Por primera vez, Rayo de Jalisco y Rayo de Jalisco Jr.’… Fue una gran felicidad”, finalizó.