Las incesantes gotas de sudor que caen sobre los ojos impiden que la vista sea completamente clara, pero esa vicisitud se olvida cuando aparece el chico de la cabellera bermellón, ese al que la mirada se le torna cristalina cuando confirma que la pandemia no fulminó su popularidad.
Son los efectos de los más de 30 grados de temperatura en el norte texano, pero también los de la idolatría hacia Saúl Álvarez (55-1,2, 37 KO’s), quien no tiene problemas en superar a la báscula, al igual que Billy Joe Saunders, su rival de esta noche.
El Canelo registra 167.4 libras (75.9 kilogramos) de peso, debajo de las 168 (76.2 kg.) que marcan el límite en la categoría supermediana; Saunders, 167.8 (76.1). Es entonces que estalla la algarabía en los casi cinco mil fanáticos que presencian la ceremonia en la explanada del estadio AT&T.
Texas comienza a domar la pandemia y la muestra es la multitudinaria estampa en el último acto previo al combate en el que Álvarez expondrá los fajines del Consejo Mundial de Boxeo (CMB) y la Asociación Mundial (AMB); su adversario, el de la Organización Mundial (OMB).
“Muchas gracias a todos por estar aquí, ya los extrañaba”, afirma el Canelo, al dirigirse hacia la acalorada muchedumbre. “Gracias por su apoyo. Mañana [hoy] esperen una gran pelea y una gran victoria”.
Lo que desata el delirio, porque el incesante calor es lo de menos cuando se tiene tan cerca a alguien a quien se admira