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Mi vida ha sido, es y será el deporte: Crisanto Grajales
- Escrito el:: 30 mayo, 2015
Amable, sonriente, de menuda figura, el triatleta se presenta a temprana hora en el Estadio Xalapeño Heriberto Jara Corona para entrenar
Amable, sonriente, de menuda figura, se presenta Crisanto Grajales a temprana hora en el Estadio Xalapeño Heriberto Jara Corona; alista sus implementos deportivos, cambia su atuendo, ajusta sus zapatos; hoy toca pista.
Atento a las indicaciones de su entrenador, Eugenio Chímal Domínguez, inicia las series de ejercicios que repetirá hasta sudar la camiseta, junto con un grupo de jóvenes que lo ven con admiración y se enorgullecen de entrenar al lado del triatleta que ocupa el quinto lugar en el ranking mundial.
Sudoroso, pero con una mirada llena de satisfacción por haber cumplido con las tareas que su estratega le ha impuesto, Crisanto inició la charla diciendo que su vida ha sido, y es, el deporte.
“Soy una persona normal, que le gusta entrenar triatlón lo mejor posible; tratar de ser cada día mejor persona, mejor hijo y amigo. Soy muy común, que cuando tiene la oportunidad va a comer con los amigos, a convivir; que le gusta tener algunas pláticas con los niños y con otras personas sobre mis experiencias. Me gusta mucho escuchar música y el triatlón es mi vida”.
Comentó que el día de un triatleta de clase mundial es complicado, pues se entrena todo el día; entre comidas y tiempos de descanso, se entrena un promedio de ochos horas diarias, “pero al final uno lo hace con gusto, porque este es mi trabajo, me apasiona, esta es mi vida y al final, a lo mejor, cuando termine mi carrera deportiva, tal vez siga como entrenador o viendo pequeños talentos. Por ahora, todos estos entrenamientos y días pesados los hacemos lo mejor posible”.
Emocionado, recordó sus orígenes, recuerdos que han quedado plasmados en las pistas del Estadio Xalapeño, cuando sus padres entrenaban como maratonistas y apenas empezó a caminar le inculcaron la disciplina del deporte.
“Desde muy pequeño, desde que aprendí a caminar, mi padre me traía al Estadio Xalapeño, y muchas personas que se ejercitaban veían cómo me regañaba cuando me caía, pero yo creo que eso fue muy bueno, me formó un cierto carácter; junto con mi mamá siempre me ha apoyado en todas las etapas de mi carrera. Les estoy muy agradecido, a ellos les debo lo que soy”.
Crisanto dijo el paso por diversas disciplinas durante su niñez: futbol, basquetbol, judo, karate y atletismo, y que fue a la edad de ocho años cuando conoció el triatlón para no dejarlo jamás; “en él vi algo que en otros deportes no vi: era muy dinámico, no siempre era lo mismo, la natación, la bici, que puedes ir con los amigos y platicar; corriendo también puedes charlar con la gente. Eso me gustó.
Además, yo era un niño muy inquieto, que les sacaba canas verdes a mi mamá y a mi papá, y yo sentía que el triatlón me calmaba. Al principio lo vi como un juego y ahora es mi vida; gracias a esto conozco mucha gente, países, idiomas y culturas”.
Así fue como empezaron también las competencias: Veracruz, Valle de Bravo, Ixtapa, Cancún, olimpiadas nacionales, poco a poco se vio inmerso en un mundo que lo apasionó, y que a los 15 años lo llevó a tomar una decisión trascendental: que el triatlón no fuera ya algo accesorio en su vida, sino que fuera su misma vida.
“Fue cuando pasé a mi primer mundial en Nueva Zelanda, como Juvenil. En ese tiempo dejé de estudiar, porque quería centrarme muy bien y obtener los mejores resultados en ese campeonato. Al principio mis padres no estuvieron muy de acuerdo, pero después me apoyaron, cosa que les agradezco, porque siempre me han apoyado en mis decisiones. Al final de este evento quedé arriba del lugar 40, y ahí fue cuando me di cuenta que quería ser el mejor triatleta de México”.
Sus presentaciones en olimpiadas nacionales y otras competencias siempre le merecieron preseas y cuando empezó a medirse con los mejores de otras naciones, el rasero subió de nivel: “surgió la idea de no ser sólo el mejor del país, sino del mundo, y ahora estoy en el ranking número 5, que es algo histórico y queremos ir por más”.
Grajales Valencia indicó que los inicios fueron duros, como lo son en todos los deportes profesionales; “entrenas y luego no obtienes los lugares deseados y hay momentos de crisis. Pero lo importante es saber levantarse. Nunca es fácil, siempre te vas topar con dificultades, pero eso es lo importante, pues los retos son los que te hacen subir de escalón. Desde los 15 años hemos trabajado y, si no salen las cosas, intento ver el lado positivo”.
Caracterizado por una particular sencillez, Crisanto se muestra como una persona profundamente agradecida con sus padres y, en particular, con Eugenio Chímal, su entrenador desde hace 18 años, a quien le ha aprendido todo lo que sabe, y con el que ha librado las mejores batallas y sufrido algunos “descalabros”.
“Al principio uno tiene que batallar mucho con los apoyos, yo veía cómo mis papás iban de arriba para abajo, de aquí para allá, buscando apoyo de instituciones, patrocinios, solventando muchas veces ellos mismos los gastos”.
Pero por ahora, la situación ha cambiado, cuenta con una beca de Gobierno del Estado de Veracruz; está integrado al proyecto Cima, que apoya a los mejores atletas de México, y cuenta con patrocinadores de renombre. Los frutos se han empezado a cosechar.
El deportista se siente conmovido de que haya muchos jóvenes que siga sus carreras y aspiren algún día ser como él; “eso es motivante, porque en algún futuro esos niños pueden ser campeones olímpicos de cualquier disciplina: futbol, judo, atletismo o ciclismo, etcétera. Que vean que realmente nosotros podemos hacer muchas cosas, que sigan sus sueños, por que sí es posible alcanzarlos”.
Crisanto compartió que su meta a corto plazo son los Juegos Panamericanos Toronto 2015, pues “sería un gran título obtener medalla, y un gran resultado para México, algo histórico. Sabemos que podemos, que vamos a conseguir el oro; también, vamos por los mejores lugares en los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. Y, si el cuerpo aguanta, me gustaría hacer otro ciclo olímpico.”